A nivel mundial se vive una situación preocupante. En la reciente encuesta Emociones Globales de Gallup de 2022 se reportó un crecimiento en los niveles de descontento en la población.
Esta condición se mide considerando aspectos como estrés, tristeza, ira, preocupación y dolor físico, los cuales están en su punto más alto, desde el 2006, año en que inició el estudio.
De acuerdo con el CEO de Gallup, Jon Clifton, los aspectos que han provocado que las personas se sientan más infelices son: la pobreza, la soledad, las comunidades en decadencia y la escasez de trabajo.
Una tendencia que llama la atención porque se presentó desde el 2011, es decir, antes de la pandemia.
Gracias al uso de la tecnología, la sociedad actual tiene más comodidades y facilidades que en ningún otro momento de la historia de la humanidad, sin embargo, ahora se carece de un sentido básico para conducir nuestras vidas y los vacíos se intentan llenar con la adquisición de cosas materiales y/o relaciones superficiales (gestionadas, incluso, en el mundo virtual) que agudizan el mal manejo de nuestros sentimientos y emociones.
Vivimos tiempos complicados en los que fenómenos vinculados al cambio climático nos llevarán a experimentar más disturbios sociales, escasez alimentaria y emergencias por catástrofes naturales.
Los recientes informes de la ONU, dan cuenta de que los cambios en los patrones climáticos afectan nuestra salud, la capacidad de cultivar alimentos, la adquisición vivienda, la seguridad y el trabajo.
A nivel estatal, globalmente y en México, se han dejado en segundo plano las acciones para contrarrestar estos impactos, haciendo políticas públicas que no responden a la realidad que vivimos y al complejo panorama que se avecina.
Quizá sea momento de indagar hacia el interior, para descubrir aquello que nos vincula con los otros y nos hace formar parte de un todo.
En ese viaje, tal vez, podamos obtener las herramientas que nos permitan afrontar con sabiduría lo que está por venir.
Es momento también de exigir al Estado mejores políticas públicas que respondan a las verdaderas necesidades de la población y al cambio y transformación constante del mundo en el que vivimos, de lo contrario, seguiremos sin respuestas políticas reales a nuestros problemas.