El cartujo observa el espectáculo de los políticos mexicanos en el poder, la mayoría —como Cuauhtémoc, Gutiérrez Luna, Noroña o su “hermanito” Adán— soberbios, frívolos, envueltos en el espeso velo de la sospecha, y siente “la emoción de lo grotesco”, como llama Hugo Hiriart a su experiencia de una tarde en la Cámara de Diputados, donde escuchó a un legislador pronunciar “uno de los discursos más torpes y confusos que he oído en toda mi vida”. Hugo estaba a punto de enloquecer cuando Luis Gutiérrez llegó en su auxilio, luego encontró y se fue con Rafael Cardona a tomar unas copas a la cantina Fábregas, “tradicional, apacible”, desaparecida como tantas cosas en este país de flaca memoria, para paliar el aburrimiento.
Esta es una de las historias de Diario apócrifo y otros ensayos (UACM, 2025), colección de textos publicados en diversos medios por Hiriart, uno de nuestros más reconocidos escritores, quien aborda, con sabiduría y afilado humor, numerosos temas. Recuerda algunas sentencias y apotegmas y escribe: “Aguilar Camín ha alcanzado la inmortalidad con su célebre aforismo: ‘Nada es peor que un experto político, excepto un político inexperto’”.
Un político inexperto como Vicente Fox cuando pretendió desaforar a López Obrador y solo le dio alas para volar más alto. Un gran general —dice Hiriart al referirse al hecho— jamás haría algo así, “simplemente porque no sabe qué consecuencias pueda traer esa acción”.
Juárez también está presente en este libro, Hiriart le dedica unas líneas plenas de admiración, tuvo un gabinete de gigantes (Melchor Ocampo, Santos Degollado, Francisco Zarco, Ignacio Ramírez, entre otros) y ha sido acaso el mejor presidente de México. AMLO anhelaba ser como él. No quería pasar a la historia como Santa Anna, Porfirio Díaz, Carlos Salinas, Calderón o Peña Nieto, deseaba ser recordado como Juárez, Madero o Lázaro Cárdenas. No lo consiguió, los zapatos de sus modelos le quedaron muy grandes, y su megalomanía, la corrupción y el descrédito galopante de algunos de sus familiares, amigos y funcionarios entierran cada vez más hondo sus sueños guajiros.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.