Aterido en su helada celda, el cartujo recuerda el discurso de la presidenta Sheinbaum a los empresarios de la radio y la televisión: “El público de hoy —les dijo— no quiere escuchar una sola versión de los hechos. El público de hoy quiere entender, quiere contrastar, quiere participar […]. Cerrarse a una sola opinión, a una sola mirada, no solo limita el debate, también aleja a las audiencias”.
Nadie debería soslayar sus palabras, comenzando por los responsables del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, en donde prevalece la mirada única, la voz uniforme, la condena unánime, con dúctiles profesionales del elogio o el denuesto. Como afirma la mandataria, eso aleja a las audiencias, en especial cuando se repiten hasta la saciedad los mismos contenidos, con indignación alquilada o un humor chafa, con olor a rancio.
Sheinbaum expresó también, refiriéndose a su gobierno: “lo decimos con claridad, no reprimimos, no censuramos, no limitamos nunca la libertad de expresión. Creemos y confiamos en ella. Por el contrario, la defendemos porque entendemos que sin libertad no hay democracia y sin democracia no hay justicia”.
Es imposible no coincidir con ella. Deberían escucharla en lugares como Campeche, donde Layda Sansores, con el poder judicial a su servicio, sobaja y censura al periodista Jorge Luis González Valdez y al periódico digital Tribuna, del cual fue director; ambos están obligados a someter “a supervisión previa” la información o los comentarios sobre la gobernadora, a quien le han provocado “daños psicológicos” —en una de esas hasta podrían quitarle la inspiración y ya no escribiría versos tan intensos como los dedicados a AMLO, a quien en una oda surrealista llamó: “Hijo del maíz y del rayo restaurado”.
Deberían escucharla en organizaciones como Reporteros Sin Fronteras, donde andan tan despistados como para colocar a México en el lugar 124 de 180 países en el Índice Mundial de Libertad de Prensa 2025, considerándolo uno de los más peligrosos para ejercer el periodismo. Aunque, pensándolo bien, eso solo les importa a quienes se pierden las mañaneras.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.