Hasta la saciedad, hasta no poder más, la “oposición”, la “prensa critica” y quienes aprendieron a odiar en el trayecto de su vida sin mirar con ojos humanos lo que sucede en el país, son incapaces de ser objetivos, de respetar incluso la tragedia y, cegados por su ira, revictimizan a aquellos que el infortunio se encargó de victimizarlos.
El asesinato de Carlos Manzo sí, es una tragedia. Su familia, la población de Uruapan, de Michoacán y buena parte de México sufren y lamentan el crimen de que fue objeto por esa fuerza oscura, ese monstruo llamado “crimen organizado”, y que no es sino un grupo delincuencial, de matones, de desalmados. Yo no dudo que quien ordenó su homicidio tenga nombre y apellidos, y que por ahora se parapete en esa mafia.
En seguida, y no lo podemos ocultar, en México el crimen organizado ha lastimado a miles de familiares, a una población casi inerte en innumerables poblados, regiones, ciudades del país.
Las autoridades lo dejaron nacer, crecer y multiplicarse. ¿Cuándo y quiénes lo permitieron?
¿Qué partido político toleró su aparición y por corruptos empezaron a ser parte de su lucrativo negocio? ¿Somos los mexicanos corruptos por necesidad? ¿Así nos visibilizamos y aceptamos?
¿En dónde inician la corrupción, la deshonestidad, el afán de lucro a toda costa, la alteración individual y social? ¿Dónde carajos quedan los sueños, la ilusión, el amor?
Hay muchas preguntas más y todavía, por desgracia, este tiempo nos obligará a seguir siendo testigos de atrocidades propias de mentes enfermas y acciones bestiales.
Lo que sí tendríamos que corregir desde lo personal, son nuestras actitudes ordinarias, cotidianas, en la casa, en la calle, en los centros de trabajo, en los mismos partidos políticos, en los tres órdenes de gobiernos, en los congresos, en el senado, en las empresas, en las universidades, en todos lados.
Pero no, empeñados en joder al prójimo, en derrotar y aplastar a los otros, a los de enfrente, en cada acción anteponemos el odio, la posición económica, el estatus social, la burla, el racismo, el desprecio, la intolerancia, pero más la ignorancia.
En Coahuila, perdón por referir otra vez los ejemplos -aquí vivo y ejerzo el periodismo-, pero olvidamos crímenes como el del joven alcalde de Uruapan.
La noche del 8 de junio de 2018, en la calle, y recién salía de una reunión de trabajo, fue asesinado Fernando Purón Johnston, candidato a diputado federal por el PRI y ex alcalde de Piedras Negras.
El evento le tocó a Miguel Riquelme, que fungía como gobernador.
La clase política, la alta burocracia institucionalizada no dejó de mostrar su pesar. Hasta ahí. Quizá no les dolió tanto.
Porque hasta hoy, no vi ni escuché, sobre el abatimiento de Purón, el coro y la orquesta que con Manzo se hacen notar con declaraciones estridentes y un interminable envío de videomensajes contra la Presidenta Sheinbaum y cercanos.
El gobernador Manolo Jiménez calificó de “héroe para México” al desaparecido joven político michoacano.
La andanada de críticas contra el gobierno de Claudia Sheinbaum inunda los espacios mediáticos, desde el más empoderado hasta el más lambiscón.
Aplica el cliché: llevan agua su molino, a su vecindario de oportunismo político.
También se olvida, casi silenciado por el moreirato y hasta la actualidad, un suceso peor que los acontecidos en Ayotzinapa, Acteal, Aguas Blancas, San Fernando… la masacre de Allende, Coahuila. Ni Rubén Moreira ni Riquelme Solís dieron la cara para aclarar y atender a esa población, en peores condiciones que la de Uruapan.
Aquel 18 de marzo se perpetró una masacre y, según se supo después gracias a la prensa extranjera, que los llamados Zetas fueron los que cometieron esa carnicería, esa matanza que convirtió a Allende en un pueblo fantasma, más la colaboración de elementos policiacos municipales.
Más de 300 personas entre asesinadas y desaparecidas y en la entidad no se supo, el mundo enmudeció.
El alcalde de Allende era el panista Sergio Alonso Lozano Rodríguez, chivo expiatorio al que se le detuvo cuatro años después. Sus delitos: presunta vinculación y haber hecho caso omiso ante el exterminio.
Ya el prianismo gobernaba en Coahuila. La plataforma Netflix produjo la serie “Somos”, basada en tales hechos reales que se conocieron en el mundo por un reportaje investigado por la periodista estadounidense Ginger Thompson y publicado por ProPublica en 2017; originalmente se tituló "Anatomía de una masacre" ("How the U.S. Triggered a Massacre in Mexico", en inglés).
En fin, la política de la “clase” política estridente, protagónica, abusiva…no podrá matar la verdad.
Como tampoco la prensa y los comentócratas oportunistas, acomodaticios, arribistas, abyectos del poder. ¿Sabrán de ética política y deontología periodística?
De Uruapan a Torreón hay 933 kilómetros, los hechos trágicos aquí narrados los une, la libertad de expresión no.