No había pensado en comentar nada, al menos públicamente, sobre la tragedia provocada por las lluvias incontenibles en cinco entidades del país, todas ellas vecinas entre sí: Veracruz, Hidalgo, Puebla, Querétaro y San Luis Potosí.
Sin embargo, me llamó la atención ver en La Mañanera de este viernes 17 de octubre, que los gobiernos de Coahuila y Chihuahua, a diferencia del resto de las administraciones estatales en el país, no hecho causa común, ningún tipo de gesto humanitario a esa población que padece –en presente- los estragos que les causó la madre naturaleza; una falta de empatía y solidaridad de los dos estados norteños gobernados por el PRI y el PAN, respectivamente.
Espero informarme, hoy mismo antes de enviar mi columna sabatina a Milenio Laguna, o este fin de semana, que tanto Manolo Jiménez como Maru Campos, sus mandatarios, mostraron voluntad y que se sumaron a la ayuda gubernamental ante esta eventualidad.
Lo que se observa en las imágenes televisivas como trabajo periodístico, y en los muchos videos que circulan en las redes acerca de la destrucción en esa región del centro oriente de México, es lamentable.
El daño es mayúsculo: muertos, desaparecidos, casas, escuelas y vehículos arrasados por el agua, caminos y carreteras destruidas, plantíos siniestrados, por varios días sin electricidad ni agua potable, perdieron lo poco que tenían, su patrimonio.
Y en esa larga jornada, colegas periodistas de prensa escrita, televisiva y radiofónica, fueron y cubren los hechos.
Unos y otros llegaron hasta donde les fue posible ir para reportear, grabar, recoger testimonios de sobrevivientes y, también, narrar historias conmovedoras.
Las desgracias no faltan, como tampoco las gestas heroicas de gente que se afanó en apoyar, en rescatar, en arriesgar su vida y servir al prójimo.
A ese periodismo, a esos periodistas, mi reconocimiento.
Siempre hay un o una periodista en el fin del mundo, en el punto álgido de un acontecimiento noticioso, donde se apersona para cumplir con la sagrada misión de informar.
Esa es nuestra labor, el reto de sentir, reportear e informar periodísticamente a la sociedad. Sin que falte la crítica, verter una opinión sobre lo que debió ser y es en el tema.
Quien quiera creer lo que la grisura de la clase política espeta, allá sabrá.
La raja política, desafortunada, lo hace a uno aprender y aceptar la realidad y no las palabras de quienes gobiernan y sus coristas.
Tanto han fallado que hasta en su discurso fracasan, siguen diluyéndose.
Por eso, y regreso a la comarca, parece que entre el alcalde prianista de Torreón, Román Alberto Cepeda y la alcalde morenista de Gómez Palacio, Betzabé Martínez Arango, tenía que surgir una fricción y ya se dio.
El primero determinó cerrar los principales puntos de ingreso a la ciudad entrando por Gómez Palacio, lo que la segunda calificó de “ocurrencia”.
Este nuevo capítulo de la inacabada novela negra en la Laguna, refleja, – lo he expresado un sinfín de veces- que la llamada Zona Metropolitana de la Laguna (para mi es una zona conurbada y tan tan) está huérfana, es un eufemismo.
En la realidad, la coordinación gubernamental e interinstitucional no va de la mano con y para el bienestar de los habitantes.
Por eso la primera discrepancia entre la edila y el edil prianista y morenista.
El tema no es menor, exige despojarse de egoísmos y de ese protagonismo mediático.
Más allá de si es coahuilteca o duranguense el interés de tal o cual política pública, hay que decidir desde la razón, el consenso, el diálogo.
El problema de la inseguridad pública nos compete a unos y a otros, sin distingos. ¿Román consultó o le avisó a su contraparte gomezpalatina el cierre unilateral de los puentes y accesos en Torreón? ¿Fue bajo la ultracacareada ‘coordinación’ que citan y citan en sus declaraciones sobre el tema?
¿Por qué Betzabé calificó de ‘ocurrencias’ la orden de Román?
¿Por qué otro cambio en la comandancia del Mando Especial de la Laguna?
¿Qué hizo o qué no hizo el general Edilberto Jaso Martínez para que lo relevara Omar León Arroyo en la XI Región Militar con sede en Torreón? ¿Alguien lo sabe?
Hay demasiado en juego. Leo y escucho declaraciones por acá y por allá, sin ton ni son, el fantasma de la violencia y la pérdida de vidas y bienes materiales ronda la zona conurbada.
Prometo que investigaré la suma de las cantidades millonarias que, según dicen las autoridades locales, canalizan en el rubro para garantizar la fuerza y capacidad de respuesta ante el embate del crimen.
Por supuesto que esa danza de los millones es infinitamente superior a lo que presupuestan para educación y cultura, por ejemplo. La novela negra es muchas historias.
Se combate al crimen sin invertir en la verdadera transformación individual y global que significarían la cultura y la educación (en este orden).
Pero dudamos hasta de nuestra sombra y culpamos al otro, los prianistas a los morenistas y éstos a aquellos.
Ojo: en Torreón, los puntos de venta del narcomenudeo ahí están, nadie los molesta, no hay redadas, no hay reacción inmediata de los cuerpos policiales, no hay detenciones.
Más bien no faltan las denuncias contra los cuerpos de seguridad en la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Niños y jóvenes son su presa.
En apariencia, el Modelo Coahuila de Seguridad es un éxito.