Política

La división interminable: los mexicanos contra los mexicanos

Desde antes de que México existiera como nación, ya nos dividíamos. Los mexicas dominaban y cuando los españoles llegaron, los pueblos sometidos vieron en Cortés una oportunidad para liberarse de la Gran Tenochtitlán. La mal llamada “conquista” fue posible por una guerra entre mexicanos antes de que existiera México.

Con el anhelo de independencia, las divisiones se transformaron. Criollos, mestizos e indígenas pelearon por una libertad que no concebían igual. Hidalgo, justicia social; Morelos, igualdad; Iturbide, estabilidad y privilegio. La independencia fue una negociación inacabada. Terminamos con un México formalmente libre, pero internamente dividido.

En el siglo XIX, la fractura alcanzó su punto más violento. Liberales y conservadores con proyectos políticos distintos encarnaban concepciones opuestas de la vida nacional y estaban convencidos de tener la verdad absoluta. Esta división permitió las intervenciones extranjeras que marcaron nuestro destino: primero, la estadounidense, que nos arrebató más de la mitad del territorio; después, la francesa, que instaló un imperio extranjero bajo el argumento de “salvarnos de nosotros mismos”. En ambos casos, los invasores no encontraron un país unido que los rechazara, sino una nación rota que les abrió la puerta.

La Revolución Mexicana repitió el patrón. Nació como una rebelión contra la dictadura de Porfirio Díaz, pero pronto se convirtió en una lucha de facciones. Madero, Zapata, Villa, Carranza, Obregón representaban un México distinto, una causa legítima en apariencia, pero inconciliable con las demás. El nuevo régimen logró estabilizar al país, pero lo hizo con un sistema que unificó a fuerza de control político. La paz posrevolucionaria se construyó sobre la exclusión de la disidencia. Así, volvimos a unirnos, pero sin reconciliarnos.

Hoy, más de un siglo después, el viejo reflejo regresa. La polarización que atraviesa la vida pública mexicana no es una novedad, sino una reencarnación de nuestras divisiones históricas. Cambiaron los nombres —ya no son liberales ni conservadores; ni centralistas ni federalistas, sino “chairos” y “fifís”, “pueblo” y “élite”—, pero la lógica es la misma: nuestra nación necesita enemigos para definirse.

Las redes sociales y la política mediática han hecho de la confrontación un espectáculo. Y mientras discutimos quién tiene la razón, los grandes problemas —la desigualdad, la violencia, la impunidad, la corrupción— permanecen como un telón de fondo que pocos se atreven a enfrentar.

La unidad no significa uniformidad ni silencio; significa reconocer que la pluralidad es fortaleza si se canaliza con respeto y responsabilidad. La democracia no se defiende gritando más fuerte, sino escuchando mejor. El reto no es eliminar la discrepancia, sino aprender a discutir sin destruirnos. Antoine de Saint-Exupery escribió en “Carta a un rehén”: “si difiero de ti, lejos de herirte te engrandezco”.

La polarización, más que inevitable, es una decisión cotidiana: la de creer que el otro, por pensar distinto, es el enemigo y eso nos haga ceder a la tentación de odiarlo o agredirlo porque no comulga con nuestras ideas. Ha llegado el momento de entender que el verdadero acto de soberanía nacional no está en ganar una discusión, sino en construir un país donde las diferencias dejen de ser trincheras y se conviertan en puentes.

Si algo nos enseña el pasado es que ninguna intervención, ninguna crisis y ninguna derrota fueron posibles sin nuestra colaboración en el caos. Cada vez que México se fractura, otros aprovechan. Las potencias extranjeras lo hicieron en el siglo XIX; hoy lo hacen los intereses económicos, el crimen organizado o las narrativas que manipulan el descontento. La división interna siempre ha sido la mayor amenaza a nuestra soberanía. Porque en nuestra historia, el mayor enemigo de México casi siempre ha sido otro mexicano y el ganador, paradójicamente, no ha sido un mexicano.


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Juan Manuel Díaz Organitos
  • Juan Manuel Díaz Organitos
  • General retirado del Ejército Mexicano
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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