Mientras los países que más avances han logrado en el proceso de vacunación contra la covid-19 se encuentran inmersos en el proceso de recuperación económica en la pospandemia, desde América Latina tenemos una visión lejana y todavía ubicada en plena pandemia. Con casos de contagio y muerte que siguen asolando a buena parte de las naciones, sobre todo las sudamericanas, no sólo estamos atrasados en la vacunación sino que todavía está pendiente la reconstrucción de economías en crisis, ancladas en la desigualdad y la injusticia. ¿Cómo reconstruir desde la descomposición y la inequidad con miras a que el escenario pospandémico no sea tan injusto, tan desigual, tan precario?
Cuando el pronóstico de crecimiento económico mundial para 2021 es de cinco por ciento, según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), desde las asimetrías latinoamericanas sabemos a ciencia cierta que la generación de riqueza no será la misma en nuestras tierras y que los beneficios quedarán en pocas manos al mismo que grandes porcentajes de la población quedan en la misma condición precaria a la que ya se habían acostumbrado. América Latina tiene un pronóstico de tres por ciento de crecimiento para este año, aunque sabemos que esto es insuficiente para recuperarnos de la crisis de la pandemia y de la crisis endémica de pobreza y atraso.
El escenario pandémico sigue siendo crítico, el escenario económico es angustiante y tanto la recuperación como el futuro cercano tienen tintes de incertidumbre y sabor a malestar. No hay suficientes vacunas, no hay condiciones para el repunte y todo lleva a pensar en una recuperación que será más bien un rebote de la caída que un impulso propio. Dentro de los buenos augurios, el crecimiento de Estados Unidos, destino del 45 por ciento de las exportaciones latinoamericanas, es un viento favorable e importante, aunque desde dentro sabemos que los beneficios se concentran en pocos sectores y no llegan a los que más lo necesitan, a los que viven en la pobreza.
El atraso en la educación, la precariedad de los sistemas de salud, la informalidad y las malas condiciones en el mercado laboral, la dependencia de las materias primas o de la exportación de pocos rubros, así como la inveterada incapacidad de gestión y de visión de futuro son anclas que limitaron el desarrollo antes de la pandemia y sin lugar a dudas lo harán después de ella, cuando llegue el después.
La recuperación de la economía desde una situación tan asimétrica, tan desigual y tan precaria para la mayoría de la población debe darse de forma original y no inercial. No estamos ante cualquier repunte sino ante el reto gigantesco de reconstruir lo que la pandemia destruyó al mismo tiempo que se trata de nivelar la cancha, disminuir la desigualdad y la pobreza, y generar oportunidades presentes y futuras. Y un gran principio para enfrentar las asimetrías es invertir más en la gente, en su educación, su salud y su empleo. La economía es la gente, no los indicadores.
Héctor Farina Ojeda
@hfarinaojeda