Política

Joaquín Mortiz

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Gil caminó por los pasillos de la FIL con sus finísimos lentes oscuros empotrados en el nacimiento de la nariz y los cuellos erectos de una camisa azul sobre el cuello para evitar ser reconocido (no empiecen). Le dio por acercarse a la presentación-relanzamiento de la editorial Joaquín Mortiz. Gamés cree a pie juntillas que la decisión de Planeta de recuperar libros clásicos de esa gran casa que fundó Joaquín Díez-Canedo podría ser uno de los momentos estelares del año cultural que baja el telón.

Presentaron Mónica Lavín, Luis Miguel Aguilar y Rafael Pérez Gay, quien se veía un tanto desorientado. Gil Gamés recuerda su colección de El Volador, sus libros de Las Dos Orillas y sufre un ataque de nostalgia. Los presentadores contaron y recontaron la historia: después de veinte años de trabajar en el Fondo de Cultura Económica, Joaquín Díez Canedo inició su propia aventura editorial. Del nombre, Díez-Canedo contó esto: “la creación del nombre fue algo casual. Cuando yo me quedé en Madrid, sin mi familia, alguien me dijo que tuviera cuidado, porque mi nombre sonaba muy desafecto al franquismo y me sugirió que lo cambiara. Entonces, cuando escribía a mi madre, decidí hacerlo como Joaquín M. Ortiz (así se llamaba mi madre: Teresa Manteca Ortiz). Luego ocurrió que en una de las cartas se juntaron los dos apellidos: Mortiz. Así, cuando hice el libro de mi padre decidí usar ese nombre. Todavía me hacen bromas al respecto. Algunos me dicen motriz, y no falta quienes digan mórtiz, con un ominoso acento en la o”.

Los orígenes

Díez-Canedo fundó la editorial en 1962 y lo acompañaron desde la otra orilla Carlos Barral y Víctor Seíx. Más que una editorial, Joaquín Mortiz fue una visión del mundo de las nuevas letras mexicanas y nuevos escritores que cambiarían el rumbo cultural mexicano. Bernardo Giner de los Ríos, pieza clave de esa trama de sueños editoriales escribió esto en el homenaje que le hizo a Díez Canedo, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 1994: “Los primeros títulos llamaron inmediatamente la atención del público y la crítica. Poesía, novela, ensayo literario en ediciones cuidadas, encuadernación en tela con sobrecubiertas en Novelistas Contemporáneos y Confrontaciones, rústica pero con elegancia de diseño y bella tipografía en Las dos Orillas (…) Las primeras líneas editoriales se fueron ampliando con nuevas colecciones que respondían, por un lado, a las realidades del mercado y, por otro, a los acuciosos problemas de la década de los sesenta. La Serie del Volador y Nueva Narrativa Hispánica compusieron dos nuevas colecciones. Los libros del Volador eran volúmenes de bolsillo baratos y bien presentados, los de Nueva Narrativa Hispánica daban un nuevo aspecto a una rústica algo lujosa, con guardapolvos transparente y portadas en las que, al menos en la versión mexicana de la colección, no sólo los autores tuvieron buena acogida sino que se recogió y se dio espacio a los jóvenes pintores mexicanos”.

Guaymas 33 y Tabasco 106

Mientras escuchaba a Lavín, Aguilar y Pérez Gay, Gil Gamés ha recordado los años en que compraba libros del Volador en tres librerías de Insurgentes a la altura de la colonia Roma: la Hamburgo, la Zaplana y la Universitaria. Estos libros le abrieron a Gil el mundo de las letras mexicanas, libros que se concebían en la calle de Guaymas 33 y más tarde en Tabasco 106, precisamente en la Roma y sus alrededores.

Gilga lo pone así: México entraba en los años sesenta. Esta década trajo una nueva forma de entender el arte, la sexualidad y la política. Era el tiempo de las empresas culturales de Jaime García Terrés en la UNAM, de los proyectos periodísticos de Fernando Benítez en la prensa nacional, del cine europeo en la Sala del IFAL, pero sobre todo de una editorial: Joaquín Motriz, para repetir aquella vacilada.

El relanzamiento le trae: Farabeuf de Salvador Elizondo; Beber un cáliz de Ricardo Garibay; Oficio de tinieblas de Rosario Castellanos; El complot mongol de Rafael Bernal y Confabulario de Juan José Arreola. Quintilla de ases.

Todo es muy raro caracho, como diría esta frase atribuida a Nietzsche: “La sencillez y la naturalidad son el supremo y último fin de la cultura”. 

Gil s’en va


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Gil Gamés
  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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