
Xóchitl Gálvez revolucionó la sucesión presidencial. Su posible candidatura es seria y puede ganar la elección de 2024. Aquí algunas razones.
No se pelea con las fortalezas del presidente. La oposición ha caído-constantemente- en el error de pelearse con los programas sociales, las pensiones y las becas. A través de un discurso clasista, han dicho que no es más que el ejército electoral de López Obrador. El problema es que en un país tan desigual como el nuestro, los programas sociales son necesarios y populares. De acuerdo con las encuestas, la política social es lo más reconocido de su administración. La aprobación a estos programas está por encima del 70%. Xóchitl entendió que debe jugarle a López Obrador en su cancha: promete mantener la política social e incluso ampliarla. No se pelea con la base del obradorismo y desactiva un voto de miedo.
Rompe el voto de clase social. El obradorismo nos ha dejado un hecho demoscópico innegable: la clase económica define, en una altísima proporcionalidad, la tendencia de voto. Las clases medias y altas prefieren a la oposición; las clases populares van con Morena. En una ecuación así, a la oposición no le alcanza. La oposición necesita rascarle votos a Morena entre sus simpatizantes. Xóchitl Gálvez puede jalar a obradoristas moderados y a votantes de clases bajas que no se reconocen en la actual Alianza Va por México. Amplía la base de electores probables.
Se aleja del elitismo de la oposición. Su origen indígena y humilde le permite no ser retratada como una heredera de la élite mexicana. Por el contrario: no habla, no se viste, no opina como la élite. El movimiento obradorista es una reacción frente a la élite corrupta de México. Cualquier candidato que emerja con la bendición de las oligarquías, está condenado a una catástrofe electoral. Por cierto, Claudio X. González debería de hacerse a un lado y no darle argumentos a López Obrador para que reduzca a la oposición a la figura del magnate.
No es producto de las burocracias partidistas. Si bien debe ganar un proceso interno en donde las dirigencias de los partidos juegan un rol fundamental, su perfil embona mejor con la de una outsider. Los partidos están muy desprestigiados, en particular los tres que abanderan la alianza opositora. El PRI tiene la mayor cantidad de negativos en el país, el PAN no logra salir de ser un partido del Bajío y el PRD está en vías de extinción. Mantenerse como externa sin entrar en la lógica partidista supone no cargar con los negativos de las marcas partidistas. Sin embargo, necesita de sus estructuras para ser competitiva. Un dilema que deberá enfrentar. Es una candidata antisistema, pero que necesita de los partidos para llegar a Palacio Nacional.
Rompe la lógica de bloques. La elección de 2024 va a estar más cerrada de lo que algunos opinan. Los números ponen a Morena en torno a los 45-53%, a Va por México entre los 30 y los 35 puntos. Movimiento Ciudadano en un dígito (4-8%). Existe una bolsa de elector independiente -no alineado- que está en torno a una tercera parte del electorado. Será el elector definitivo. Aquel que puede marcar la casilla de uno u otro bando según el candidato, las propuestas y cómo esté el país. Xóchitl puede pelear hábilmente por el voto de la izquierda desencantada con López Obrador o el liberalismo que no se reconoce en ningún bloque. Hay un elector que no está cómodo entre tener que elegir a conservadores de ambos bloques.
Neutraliza la carta de género de Morena. Claudia Sheinbaum se queda sin grandes diferenciales. Incluso, la aparición de Xóchitl Gálvez provoca que Marcelo Ebrard resucite de cara a 2024. El candidato que puede ensanchar el voto de Morena entre clases medias es Ebrard. ¿Será que López Obrador repiensa su decisión de designar a Sheinbaum? Hasta eso puede mover el efecto Xóchitl.
Es una figura ideológicamente transversal. A diferencia de Lilly Téllez o Gabriel Quadri, Xóchitl no huele a rancio ni a ultraderecha. No está alineada con pensamientos extremistas o con posturas anti-derechos. El espacio político que ella representa puede unir a electores que piensan diferente en distintos temas, pero que coinciden en condenar la deriva del actual Gobierno. La disputa por el elector centrista y moderado define las elecciones. López Obrador se devoró este voto en 2018.
Falta mucho para 2024. Sin embargo, en la primera semana de septiembre sabremos quienes encabezarán las distintas coaliciones (oficialista y opositora). A seis semanas de la fecha fatal, Xóchitl ya encabeza las encuestas en la oposición. Su mejor relato es que ella sí puede detener a Morena. Algo impensado hasta antes de ayer.