Palestina, considerada la tierra prometida en la tradición judía, tiene apenas 6 mil 020 km². Está compuesta por 5 mil 655 km² de Cisjordania –donde Israel mantiene presencia militar– y 365 km² de la Franja de Gaza. Según el censo de 2024, su población, incluyendo Cisjordania y Gaza, es de 5.6 millones de habitantes.
El conflicto entre Palestina e Israel tiene raíces históricas, políticas y religiosas profundas. En 2012, la Asamblea General de la ONU otorgó a Palestina estatus de Estado. No todos los países han reconocido a Palestina como Estado; los últimos en reconocerlo, hace dos semanas, son el Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal.
Desde el año 2000, México ha mantenido cercanía con Palestina, pero sin reconocerla como Estado. Ha pedido que se le otorgue membresía plena en la ONU y no solo su actual estatus de Estado observador no miembro, vigente desde el 29 de noviembre de 2012.
México no es un país sionista –movimiento político y religioso judío surgido a fines del siglo XIX que buscó fundar un Estado judío en Palestina–, tampoco antipalestino. Su posición, como la de muchos países, no es apoyar a Hamás, sino promover que Palestina e Israel resuelvan sus conflictos mediante el diálogo y la diplomacia, no la guerra.
Para prevenir una probable guerra de exterminio –término reconocido por la doctrina, no por la legislación internacional– y ante la muerte de miles de niños, alrededor de 500 activistas del mundo, considerando que los estados no han podido frenar la guerra, decidieron realizar una acción pacifista al navegar desde distintos puertos del Océano Atlántico y Mediterráneo rumbo a Gaza para llevar ayuda humanitaria; una hazaña que, siguiendo a Kant, Rousseau, Freud, entre otros, solo emprenden idealistas convencidos de que la guerra niega la naturaleza humana.
La Flotilla Global Sumud –palabra árabe que significa resistencia, perseverancia firme– fue interceptada por los israelitas. En una de las pequeñas embarcaciones viajaron dos mujeres y cuatro hombres mexicanos; después de sufrir torturas fueron regresados. La acción solo se podía ejecutar por mar, no por tierra ni por aire. La esperanza vive.