¿Por qué México debe mirar con atención lo ocurrido en Brasil el pasado martes 25 de noviembre? El encarcelamiento de Jair Bolsonaro para cumplir 27 años y tres meses de prisión por encabezar un intento de golpe tras su derrota de 2022.
Hablar de este tema no es un ejercicio de geopolítica lejana. Es una necesidad urgente para México, porque las semejanzas entre ambos países –en el clima político, en la radicalización de ciertos grupos y en las estrategias de desinformación– son cada vez más visibles.
Lo ocurrido el 15 de noviembre, durante la marcha violenta convocada por sectores de la oposición mexicana a raíz del cobarde asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, lo confirma. Varios analistas lo han descrito como un intento de generar un golpe de Estado.
En Brasil, el bolsonarismo difundió un discurso constante: “El sistema electoral está manipulado y corrupto”, “Los jueces están vendidos”, “La izquierda quiere destruir al país…”. En México ya vemos sus equivalentes: ataques al árbitro electoral y al nuevo Poder Judicial, descalificación del Gobierno legítimo y teorías conspirativas para sembrar miedo.
Brasil vivió protestas radicalizadas, bloqueos carreteros y posteriormente la invasión de los edificios públicos de Brasilia. México vio el 15 de noviembre una marcha donde aparecieron grupos violentos, tácticas de ruptura del orden público y consignas que no buscaban protesta política, sino destituir a Claudia Sheinbaum.
Nada es idéntico, pero sí comparable. En Brasil, Bolsonaro intentó colocar a su base social por encima de la ley. En México, ciertos sectores opositores han empezado a sugerir que las instituciones no tienen legitimidad si no gobierna su proyecto. Cuando un país entra en esa lógica –la lógica del “nosotros o el caos”–, la democracia se vuelve vulnerable.
Brasil se fracturó al politizar a las Fuerzas Armadas, judicializar la vida pública y dividirse en dos mitades irreconciliables. México, en cambio, mantiene a su Ejército fuera de la política, posee un sistema partidista más estable y conserva una mayoría social clara. Son ventajas, no garantías: si no se cuidan, se pierden.