La declaración oficial del fin de la pandemia y con ésta el fin del llamado Título 42 que permitía la deportación inmediata de la mayoría de los migrantes sin documentos que ingresaban a Estados Unidos ha creado una situación en las ciudades de ambos lados de la frontera entre México y EU que podría estallar en maneras impredecibles el próximo jueves 11, cuando todo se haga oficial.
Brownsville, Laredo y El Paso, en Texas, se han declarado en emergencia y los medios de ambos países comienzan a mostrar a cientos, si no que miles, de migrantes durmiendo en las calles esperando que a partir del jueves les sea más sencillo quedarse en aquel país.
En el Senado estadunidense, un pequeño grupo de legisladores de ambos partidos comenzó a trabajar la semana pasada en una legislación que permita extender las medidas que aplicaban con el Título 42 (que es en realidad una norma sanitaria) por lo menos dos años más. Pero tanto la velocidad legislativa como las profundas divisiones en el Capitolio hacen que se vea muy difícil esa medida.
El gobierno de Joseph Biden ha enviado refuerzos militares, pero poco más.
Los albergues en las ciudades mexicanas están llenos y más migrantes vienen en camino con la idea de que a partir del jueves será más sencillo cruzar el Río Bravo. El gobierno estadunidense calcula que los cruces diarios podrían duplicarse a partir del viernes y los centros de detención y procesamiento, como de El Paso, están al doble de su capacidad. La derecha republicana, incluido el gobernador de Texas, han aprovechado el momento para insistir en el endurecimiento en contra de los migrantes, los que ya están allá y los que quieren llegar.
Ambos gobiernos insisten en el discurso de que no se les dejará pasar sin documentos y que tienen una visión humanitaria, pero ¿algo más que discursos?
De poco ayudan los intercambios desde Palacio Nacional contra el Departamento de Estado y otras agencias estadunidenses, y claro, nuestro canciller anda en campaña preelectoral; tal vez un poco distraído.
Biden ya arrancó campaña y sus medidas en la frontera —algunas muy trumpianas— lo han alejado de un ala de su partido.
De ambos lados, la única solución o por lo menos estrategia ante esta crisis anunciada ha sido la mano dura. Más militares aquí y allá.
Todo esto podría terminar en una crisis humanitaria de mayores dimensiones a lo que, de por sí, ya es.