Las mañaneras han funcionado como ejercicio de narrativa —más que de hechos y datos— para los gobiernos presididos por Morena. Son actos de propaganda cotidiana que refuerzan la presencia del gobierno frente a la ciudadanía. Nunca han sido ejercicios realmente informativos. Han servido al partido hegemónico en sus objetivos.
Hay días, sin embargo, que tener que hablar de todo porque alguien lo pregunta resulta en un batidillo. Algo así sucedió el viernes.
—Un comentario, su opinión, Presidenta, después de que el Congreso de Perú destituyó a la presidenta Dina Boluarte, argumentando su permanente incapacidad moral. ¿Nos podría dar su opinión?
Y contestó la Presidenta: “Bueno, ustedes saben que nosotros consideramos que fue un golpe de Estado el que destituyó al presidente Castillo. Nuestra solidaridad siempre con él. Y pues creo que fue por unanimidad, ¿verdad?, la destitución. Pero nuestra insistencia en que se libere a Castillo y que tenga un juicio justo”.
Más tarde, por otra pregunta, regresó al tema: “Una buena parte de la destitución de Pedro Castillo, o una de las razones, unas razones profundas, tiene que ver con un racismo y un clasismo muy grande, que no solo hay en Perú, sino en muchos países y particularmente en América Latina”.
Sí, lo de Perú es porque son racistas.
Hay algunos datos que reflejan, perdón, amigos peruanos, la situación política de aquel país.
Desde finales del año 2000 a la fecha, Perú ha tenido 11 presidentes. De esos 11, casi todos han terminado presos o fugados; un par solo manchados por la corrupción sin ser denunciados penalmente. Me parece que los problemas peruanos tienen que ver con algo más que con racismo. Basta echar un ojo a quien tiene la banda presidencial desde el viernes.
O leer el artículo de Alberto Vergara en El País que empieza así:
“En tanto politólogo peruano sufro una dolencia crónica: explicarle a un extranjero la política de mi país. Como en la vieja frase, todo lo sólido se desvaneció en el aire. Las categorías que suelen brindar puntos de apoyo para el análisis político —ideologías, partidos, instituciones, estrategias, actores— se desmigajaron hasta no significar nada. Una política vaciada de todo contenido. Las cosas más graves simplemente ocurren, nadie las planea y, menos aún, tiene capacidad de controlarlas. Se abisman como un alud sin cauce”.
El problema de cuando se tiene que opinar de todo, hasta de Perú, desde Palacio.