El último episodio en el laberinto que atraviesa el líder de Morena en el Senado, Adán Augusto López Hernández, esta vez respecto al artículo transitorio de la reforma a la Ley de Amparo, vuelve a poner el foco en la pregunta: ¿qué le conviene hacer a Claudia Sheinbaum con él?
Varios buenos reporteros han reconstruido, hasta donde se puede, el lío del transitorio. Que si primero Zaldívar y luego se metió el presidente de la Suprema Corte y que si Ernestina Godoy no le entendió bien y que si eso no era, pero sí un poquito. En fin, pura “eficiencia” hasta para debilitar una ley que ampara
al ciudadano.
Pero más allá de ese desbarajuste, la iniciativa fue aprobada en el Senado cuando ya estaba claro que la Presidenta no estaba contenta con dicha cláusula que había sido introducida, sí, por un senador de Morena, perteneciente al mismo grupo que lidera… Adán Augusto.
No solo eso, las revelaciones sobre su mucho dinero, la captura de su secretario de Seguridad y líder de un grupo criminal, ahora las historias de sus hijos trabajando para el Senado... en fin, las cosas que lo rodean parecen haber dado permiso a algunos senadores de indisciplinarse en maneras que no habíamos visto, como se refleja en el detalle de la votación de la Ley de Amparo.
No hay, sin embargo, que confundir el mal momento con la fuerza y operación que Adán Augusto ha demostrado desde la Secretaría de Gobernación y ahora en el Senado con respecto a Morena. Sí, tal vez por la imagen —cierta o no— bien construida de ser el hombre del ex presidente. Al final de cuentas, el tabasqueño ha sacado las cosas que más importan a la Presidenta con su supermayoría, sin necesidad de que los senadores las piensen o las lean.
Sí, lo que hoy sabemos de Adán lo mancha a él y en algo al movimiento. Pero no es como si no se supiera que la corrupción es algo que no se barrió, ni desde arriba ni desde abajo. Y como lo prueban las encuestas, no afecta mucho a la popularidad de la Presidenta. Y por último: si se fuera Adán Augusto, ¿quién al frente de Morena en el Senado?... Exacto. No está fácil la decisión.
En estos días en uno de sus pódcasts, Malcolm Gladwell recordaba aquello que escribió Benjamin Franklin:
Por falta de un clavo se perdió la herradura; por falta de una herradura se perdió el caballo, y por falta de un caballo se perdió el jinete.
Por la falta de un jinete se perdió la batalla; por perder una batalla el reino se perdió; todo por falta de un clavo de la herradura.