Ante la desdeñosa opinión de la presidenta Sheinbaum sobre el muy merecido Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado, cabe preguntar si la mandataria, de haberlo ganado él, le habría regateado una efusiva felicitación a Donald Trump.
El viernes, a pregunta expresa, eludió:
“Nosotros siempre hemos hablado de la soberanía y de la autodeterminación de los pueblos, no solamente por convicción, sino porque así lo establece la Constitución. Y me quedaría hasta ahí (en) el comentario”, aunque nadie le había pedido su parecer sobre el régimen de Nicolás Maduro ni le habría reprochado un elemental gesto de cortesía para la mujer que ganó el máximo reconocimiento mundial.
Más tarde le volvieron a plantear el tema.
“Sin comentario”, cortó tajante…
Evidenció así su enojo por la noticia y se cuidó de no incomodar al cobarde tiranuelo que nunca demostró haber ganado la elección en que la oposición venezolana, liderada por Corina, lo avasalló.
A diario expuesta a improvisar en vivo contestaciones y pese a haber invocado la trillada “autodeterminación”, se entrometió en los asuntos internos de Perú y recurrió al apoyo del titular de Relaciones Exteriores:
“… le pedimos al canciller que venga el lunes para poder platicar por qué fue que no se reconoció a la presidenta que hoy está destituida (Dina Boluarte) y por qué, en el marco de nuestra Constitución y de la política exterior, se reconoce o no a un presidente”.
Insistió en la defensa del mequetrefe delincuente y autogolpista Pedro Castillo, pero seguía pensando en lo que había dicho sobre la premiación a Corina:
“Ya me imagino lo que van a decir de lo que dije: ‘Sin comentarios’. Ya están ahorita escribiendo, ¿no?”, comentó como si hubiera dicho algo gracioso y desconociera que Corina vive a salto de mata porque Maduro la quiere encarcelar. Está impedida de ejercer sus derechos elementales, pero mantiene firme y creciente su fuerza política, que no viene del poder sino de la convicción. El segundo piso del chavismo la persigue por defender la libertad y dignidad de los venezolanos.
Sin partido ni respaldo internacional real ni violencia, Corina enfrenta a un régimen fascistoide y sigue de pie, encarnando la resistencia moral de millones de latinoamericanos contra las tiranías.
Por esas y otras virtudes ganó el premio, y por eso mismo se molestó Sheinbaum, cuyas reformas constitucionales van en sentido contrario a lo que demanda la oposición en Venezuela.
A ella sus seguidores vienen atribuyendo el liderazgo femenino en Latinoamérica y ha surgido otra mujer para representarlo.
Surgida del poder de su predecesor, Sheinbaum no tuvo que desafiar a ningún régimen porque el suyo lo heredó.
Mientras Corina lucha contra un dictador, la mexicana protege a otro tiranuelo de corte caciquil.
Donde una arriesga su libertad por principios, la otra sacrifica los principios para conservar el poder.
Una simboliza el costo de ser libre; la otra, la comodidad de venerar a su poderoso mentor…