En el contexto de inseguridad y violencia que impera en el país, expuesto y potenciado por el asesinato de Carlos Manzo, fue aprehendido el ex agente del Cisen Jorge Antonio Sánchez Ortega.
Pasados 31 años del homicidio de Luis Donaldo Colosio y con la “imparcial” Fiscalía General de la República como instrumento, el obradorato le atribuye el “segundo disparo” en Lomas Taurinas.
Qué oportuno y mejor para el régimen intentar atajar el cataclismo de Uruapan reviviendo una vil patraña, cuando lo cierto es que Mario Aburto hizo los dos disparos (el segundo en el forcejeo con Vicente Mayoral, el primero que lo detuvo).
Desde el magnicidio de 1994 no había ocurrido algo como la ejecución del alcalde fundador del creciente Movimiento del Sombrero.
Hace 25 años, el cuarto y último fiscal del caso Colosio, Luis Raúl González Pérez, basado en una de las investigaciones más grandes, profundas, científicas y completas en la historia mexicana (la otra es el caso Iguala), estableció que el único tirador fue Aburto.
El propio asesino, en una envidiable entrevista con Jesús Blancornelas (RIP) y en su reconstrucción del atentado en la cárcel, reconoció haber hecho ambos disparos (el letal a la cabeza y el otro al abdomen, en sedal).
Acuciosa, aquella investigación reflejó una correcta aplicación de la ciencia.
En 2022, sin sustento racional alguno, la FGR reactivó las indagaciones y en su primera intentona un juez le negó la orden de captura, pero ahora la consiguió.
La posibilidad de que Sánchez Ortega hubiera participado en el crimen fue ampliamente investigada y descartada.
En Posibles Cómplices y Encubridores del Tomo III del informe conclusivo de González Pérez, en las páginas 11 a la 80 se desmenuza todo lo referente a Sánchez Ortega y en el Tomo II (El Autor Material, páginas 53-148) se detalla lo averiguado sobre la Existencia o no de un Segundo Disparador.
Más allá de la pequeña mancha de sangre de Colosio en la chamarra del hoy ex agente del Cisen, no hay más elementos para aventurar que participó en el homicidio: en el tumulto, varios levantaron a Colosio del suelo para llevarlo a la ambulancia. Todos chapalearon en el charco de sangre pero ninguno, excepto ahora Sánchez Ortega, fue señalado presunto cómplice de Aburto.
El entonces agente nunca fue ubicado en el entorno de Colosio al momento preciso de los disparos.
Científicamente se reconstruyeron los 2.14 segundos transcurridos entre el primero y segundo disparos. El patrón de residuos de pólvora en Colosio fue analizado por el FBI en Quantico, Virginia, y corresponde al revólver Taurus asegurado al homicida. El balazo mortal fue a “golpe de mina” (de contacto) en la cabeza y a no más de cinco centímetros la deflagración en el abdomen, así lo mostró la maculación de pólvora en el puño y a la izquierda de la chamarra de Colosio la cual correspondió al cilindro y al cañón de la pistola.
Todo lo hecho profesionalmente para saber si hubo un “segundo tirador” desmiente al nacionalpopulismo, empeñado en distraer la atención de su ineptitud encarcelando a un inocente.
Qué escalofriante ruindad...