Tengo 32 años dedicándome a la crítica profesional de televisión y siempre que he visto el nacimiento de un nuevo canal, he visto interés, alegría, entusiasmo.
El jueves de la semana pasada, por primera vez en mi vida, vi el nacimiento de un nuevo canal y en lugar de ver lo que siempre he visto, vi horror, odio, silencio. Por supuesto, me refiero al inicio de operaciones de La Octava, la nueva señal de televisión abierta privada del Valle de México, propiedad de Radio Centro.
Llevo desde entonces, desde el 31 de octubre, tratando de digerir esta noticia, pero no puedo. La Octava es una aberración en el espectro de la televisión de la capital del país, un escándalo infinito, una falta de respeto para las audiencias.
No hay manera ni de entender ni de justificar su existencia. Por más que le doy vueltas a este asunto, no entiendo cómo le van a hacer estos señores para que las multitudes los vean o para que los anunciantes inviertan.
Y es que todo aquí está mal. ¿Sabe usted lo que es todo? Todo: el nombre, el logotipo, el color, la señal, los contenidos, la producción. Me da mucha pena porque en esa frecuencia hay gente muy valiosa a la que siempre he querido y admirado, pero porque los quiero y porque los admiro no les puedo mentir.
Aquí va a pasar algo horrible y me queda claro, después de haber escuchado el mensaje de inauguración, que cuando esto truene le van a echar la culpa a la censura, a sus enemigos o a cualquier otra cosa menos a las pésimas decisiones que hay detrás de este experimento. ¿Qué se hace en estos casos? Pues lo que han hecho mis colegas de otros medios desde el nacimiento de este canal: horror, odio y silencio. Perdón si usted me está leyendo fuera del Valle de México, pero esta señal, como se distribuye por internet, también le corresponde. ¿Qué es La Octava? ¿Qué clase de programación tiene? ¿Por qué tanto escándalo? La Octava es, para acabar pronto, Peje Tv, un canal dedicado a honrar al Presidente desde que comienza hasta que acaba. Como el Aló presidente de Hugo Chávez de hace mil años, pero en canal mexicano.
Son casi puros programas con locutores muy rudos que se dedican a elogiar al gobierno en turno y que cuando el público participa y opina algo que no les parece, o se quedan callados o se enojan.
Tampoco se trata de crear una señal de oposición, pero La Octava es tan descarada que si la hubieran hecho corporaciones como Televisa o Tv Azteca, ya las hubieran acusado de lambisconas.
Hay muy poca pluralidad y la parte de entretenimiento va por un perfil completamente diferente. Es como si fuera de otra empresa.
¿Y qué me dice de la producción? Cualquier video de las redes sociales hecho con celulares por gente que no sabe nada de comunicación tiene más calidad que las producciones propias de La Octava. Sí, su tendencia es hacia la radio con cámaras, pero hasta en la radio con cámaras hay estándares.
Cuando uno mira este nuevo canal no sabe si deprimirse por los contenidos o por la miseria que brota de la pantalla, pero lo que sí es seguro es que uno, al verlo, se va a deprimir.
¿Esto es lo que los chilangos necesitan ver? ¿Esto es lo que va a poner a temblar a la competencia? Tengo miedo. ¿Usted no?
alvaro.cueva@milenio.com