Hoy jueves 17 de julio se estrena el capítulo siete de “Chespirito: sin querer queriendo”, el más grande fenómeno en español de toda la historia de HBO MAX.
Quiero que se dé cuenta de lo que le estoy diciendo: millones de personas, en todo el continente, están viendo esta serie.
Millones de personas, algunas que jamás le habían entrado al “streaming”, se están suscribiendo a esta poderosísima plataforma sólo para ver este material.
Es como si la historia se repitiera. Como si don Roberto Gómez Bolaños estuviera vivo. Como si el mundo estuviera descubriendo por primera vez títulos como “El Chavo del Ocho” y “El Chapulín Colorado”.
Lo que está pasando aquí es histórico. Lo que está pasando aquí se tiene que reconocer como un orgullo para México y para toda América Latina.
Porque “Chespirito: sin querer queriendo” no es “The Gilded Age” ni “And Just Like That”. Es una serie mexicana. Es un acto de amor que tiene conmocionadas a muchísimas personas.
No porque hable mal de alguien. No porque esté contando la historia de la televisión. No porque nos esté diciendo cómo se hizo un programa. ¡No!
Porque nos está mostrando a un Chespirito de verdad, a un hombre de carne y hueso, a un hombre imperfecto.
Esto que le estoy diciendo es la más grande revolución que hayamos visto en materia de contenidos biográficos desde que se inventó este subgénero.
El protagonista de esta historia no es un santo al que le pasaron cosas malas y que al final se convirtió en un ídolo. Tampoco una persona que cayó en el vicio y se superó.
Roberto, este Roberto, es un ser humano de verdad, un hombre que se equivoca, un hombre tal vez como alguien que usted conoce, tal vez como usted o tal vez como yo.
Por eso “Chespirito: sin querer queriendo” es millones de veces superior a “Luis Miguel, la serie”, que hasta hace poco era el gran referente cuando hablábamos de esta clase de aportaciones.
La vida de don Roberto no es una telenovela donde una pobre víctima cae en las garras de alguien muy malo. Es la vida como es la vida.
Seguramente a usted le está pasando como a mí: mira la serie y siente que está viendo la vida de sus padres. Siente que está viendo su vida. Siente que esto está pasando ahora.
Por eso no hay manera de ver esto y de no llorar. Son unas lágrimas muy raras porque no son las que normalmente derramamos de felicidad o de tristeza.
Son lágrimas que nos curan, que nos purifican. Es muy fuerte lo que está pasando aquí y cuando vea el episodio de hoy se va a ir de espaldas porque la trama da un giro completamente inesperado.
Obviamente no le voy a dar detalles para no arruinarle la experiencia pero hay una parte donde se canta “¡Buenas noches, vecindad!” que quién sabe cómo pero toca fibras muy íntimas.
Por lo que más quiera en la vida no pierda de vista a Rolando Breme, el señor que interpreta a Mariano, al director. ¡Qué monumento de actor!
Pero la que se lleva el capítulo es Paulina Dávila. Graciela, su Graciela, es el homenaje que jamás se le había hecho a miles de mujeres. Y está bordado con una maestría excepcional.
Quiero que se detenga a observar su respiración, a cómo el aire que entra y sale de sus pulmones juega un papel fundamental en los parlamentos de sus escenas.
Esta señora, a quien ya habíamos gozado en muchos magníficos papeles, es una nueva diosa de la actuación.
Mis respetos para ella y para todas y todos los demás.
Así como el verdadero don Roberto le dio al clavo eligiendo a las actrices y a los actores de sus programas, los genios detrás de esta serie le atinaron grueso a los talentos de esta superproducción de Grupo Chespirito, THR3 Media Group y Perro Azul.
Luche con todas sus fuerzas por ver ya, ya, pero ya, el capítulo siete de “Chespirito: sin querer queriendo”. Le va a gustar. De veras que sí.