En lo que toca a malignas intervenciones del exterior —no hablemos ya de ser influenciados los ciudadanos ni de las derivas que resultan de simpatizar con un régimen o de profesar ideologías germinadas en otras comarcas— ¿puede el régimen de doña 4T jactarse siquiera de no responder a intereses declaradamente ajenos a los provechos de la patria mexicana?
En los tiempos de la llamada Guerra Fría se hablaba del “oro de Moscú” en referencia a las acciones que emprendían los soviéticos para agenciarse la adhesión de los gobernantes mundiales y esparcir su influencia, además de propagar el comunismo.
Las potencias buscan siempre acrecentar su hegemonía y fortalecerse en el escenario geopolítico y no es en balde que el país que habitamos nosotros sea, en el lenguaje de la parte interesada, el “patio trasero” de los Estados Unidos.
Lo que está aconteciendo ahora mismo en Ucrania no es otra cosa que una intentona imperialista de Rusia para dejar bien asentados sus dominios en los territorios vecinos y por esa misma razón es que Polonia se siente lo suficientemente amenazada como para redoblar su maquinaria militar.
Pues bien, hablando de intromisiones e injerencias, ¿tienen ustedes acaso la impresión de que el modelo que están implementando aquí los morenistas es de fabricación propia, o sea, de su muy exclusiva y personal autoría? ¿No parece, más bien, una receta de importación ya aplicada en un par de países de este subcontinente (Venezuela y Nicaragua, para mayores señas) y de origen nada nebuloso, con su perdón, sino declaradamente castrista?
¿Le beneficia en algo a México regalarle petróleo a la dictadura cubana? El vergonzoso silencio de nuestra casta gobernante cuando surge el tema del colosal fraude electoral perpetrado por Maduro; la arremetida contra la presidenta peruana luego de que su antecesor directo intentara cometer, ahí sí, un golpe de Estado; la exigencia de la Cancillería mexicana de que en las Cumbres de las Américas estén presentes naciones regidas por sistemas dictatoriales; y, en fin, el discurso populista-izquierdoso que resuena aquí desde las alturas del poder, todo esto, ¿no nos coloca en la esfera del nefario “socialismo del siglo XXI” propalado por Hugo Chávez y validado también en el tal Foro de San Pablo, y a partir de ahí no pudiéramos afirmar —ya no suponer sino, de plano, aseverar— que actores extranjeros han hecho que se incline a su favor la balanza de las políticas públicas del Gobierno mexicano?
No estaríamos hablando necesariamente de agentes infiltrados pero, qué caray, si el oficialismo denuncia que la “derecha internacional” está detrás de una simple marcha en la que participó gente común y corriente para protestar por la aterradora inseguridad que estamos sobrellevando, entonces ¿qué podríamos pensar sobre la intervención de los otros, los del bando contrario, en los asuntos internos de México hasta el punto de que regalamos petróleo, un producto que no necesitaríamos obsequiarle a nadie sino vender en el mercado para tener las medicinas que faltan en nuestros hospitales? Ustedes dirán…