La época decembrina es mi temporada favorita del año, pero debo confesar que no siempre fue así, y te explico la razón: Mi abuelo paterno, -que estaba de visita con nosotros-, murió un 24 de diciembre de un infarto, en la sala de nuestra casa en Ocotlán Jalisco, mientras mi mamá y mi abuela preparaban la cena de Navidad. Cuando ellas salieron de la cocina, encontraron el cuerpo de mi abuelo inerte tendido en el piso. Así, una noche que debía ser de encuentros, risas, y alegría, se convirtió en una noche de desconcierto, tristeza y lágrimas.
Mis hermanos y yo pasamos la navidad en casa de una familia amiga, para que mis padres pudieran hacerse cargo de los trámites legales y del traslado del cuerpo de mi abuelo a Irapuato, Guanajuato. Yo era un niño y eso me marcó. De esta manera y para mí, diciembre y las navidades estuvieron continuamente acompañados de recuerdos dolorosos; pero todo cambió gracias a Jesucristo.
Resulta que, siendo adulto, cuando Dios en su misericordia me permitió darme cuenta de que Él quería ser una realidad en mi vida, le pedí a Jesús que perdonara mis pecados y me salvara de la vida vacía y problemática que llevaba. A partir de ese momento, y sin proponérmelo, empecé a tener un enfoque diferente de la Navidad.
La fecha ya no giraba solo en torno a un amargo recuerdo, sino que tenía también uno nuevo y esperanzador. Lo dicho por Lucas en su evangelio, se convirtió en una realidad en mi vida: “…No temáis. He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”, Lucas 2.10-11.
Desconozco los desafíos con los que lidias, pero estoy seguro de que Dios te ama tanto que envió a su hijo único Jesucristo en tu rescate. Imagina lo que puede hacer el Omnipotente, Omnisciente y Omnipresente Dios por ti. Si Él rescató a alguien como yo, también puede rescatarte a ti.
Cualquiera que sea tu condición, ven a Cristo y deja que Él haga en ti y por ti, lo que no has podido por ti mismo. Entrégale tus temores; tus culpas; tus pecados; tus fracasos; tus dudas; tu falta de fe; tus anhelos. En resumen, entrégale tu vida e invítalo a morar a tu corazón. Él no falla ni abandona. Como lo dijo Mateo, Él es “Emanuel” que traducido es: “Dios con nosotros”.
Alejandro Maldonado