Política

Por si acaso

  • En Corto
  • Por si acaso
  • Alejandro Maldonado

Hace algunos años, en Sudáfrica se puso de moda enterrar a los muertos con sus teléfonos celulares. La costumbre surgió por el temor a ser víctimas de algún hechizo o brujería que dejara a las personas en un estado similar a la muerte. Así, si llegaban a despertar dentro del ataúd, podrían pedir ayuda.

Un celular podría servir en caso de ser enterrado vivo —si acaso logra tener señal—, pero de nada serviría para comunicarse con Dios. Si no hemos decidido creerle y hablarle mientras tenemos vida, después será demasiado tarde.

La verdadera identidad de cada ser humano no está en su apariencia, su color de piel, su nacionalidad o su profesión. Nuestro origen está en Dios mismo, quien nos creó, nos conoce y, aun así, nos ama con un amor inquebrantable.

Sin embargo, el pecado ha distorsionado esa identidad y nos ha hecho perder el sentido de nuestra existencia. Sin Dios, la vida se vuelve un intento vacío. No importa cuánto éxito, riqueza, poder o reconocimiento alcancemos: tarde o temprano el alma siente el peso de la desesperanza y la oscuridad.

Por eso, hablemos con Dios ahora que todavía es posible. Abramos nuestro corazón y presentémonos ante Él tal como somos, sin máscaras ni apariencias. Él lo sabe todo: no hay fracaso, herida o pecado que le sea oculto. Su invitación sigue siendo la misma:

“Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” (Isaías 1:18)

El llamado de Dios es para hoy. Nuestro problema no es el pecado —porque ya fue perdonado en la cruz—, sino nuestra resistencia a creerlo. No escuches la voz del enemigo que te susurra que no hay remedio para ti.

El perdón, la salvación y una nueva vida no son el resultado de nuestros méritos, sino del amor y la gracia inmerecida de Dios. Por eso Jesucristo vino al mundo: Dios hecho hombre, que vivió la vida perfecta que nosotros no podíamos vivir, y murió en nuestro lugar para darnos redención eterna: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8–9).

Habla con Dios: “Jesús. Gracias por amarme y tomar mi lugar en la cruz. Recibo tu perdón. Te entrego mi vida. Amén”.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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