Política

¿Quién murió?

  • Columna de Alberto Isaac Mendoza Torres
  • ¿Quién murió?
  • Alberto Isaac Mendoza Torres

Fue el viernes de la semana pasada cuando me enteré por Facebook de la muerte de Julio Ortega Bobadilla. Un psicoanalista con estudios en filosofía que era reconocido en los círculos psicoanalíticos más allá de su natal Xalapa, Veracruz. Nadie le puede regatear su influencia en la formación de profesionales, ya sea desde la academia o la propia clínica.

Debido a su trabajo y a las conexiones obvias que podrían enlazarme con personas que también lo conocieron, el siempre impredecible algoritmo del libro de caras me comenzó a mostrar las condolencias que por su deceso se expresaban, lo mismo en Veracruz, que, en Puebla, CdMx, Estado de México o Morelos.

Como creo que siempre ocurre en estos casos la muerte recubre al difunto en una mortaja de cuasi santidad, solo comparable a la devoción que la mayoría de los niños en su primera infancia expresan por sus padres, con esa rara mezcla vital de amor y temor, que nos hace querer lo que no deseamos.

Bajo esta lógica pude leer condolencias de personas que en vida no habrían dejado al Doctor Bobadilla, como cariñosamente le llamaban algunos, sin una “o” que “criticarle” rabiosamente a sus publicaciones, conferencias o charlas, por decirlo de algún modo.

Claro que también me topé con esta rara especie de esquelas que me parece han engendrado virulentamente las redes sociales. Publicaciones en donde no importa el dolor que deja la partida de la persona, ni la cercanía que se pudo tener con el difunto, lo realmente interesante es mostrar que quien escribe se cruzó por la vida de quien ha fallecido.

Así que no es trascendente conocer quién murió -ni el hecho mismo de que lo haya hecho- tanto como difundir anécdotas personales que ensalzan el Yo con la intención de ganar “me gusta” o “me importa” para darle una sobada a ese narcisismo siempre hambriento de este tipo de notificaciones en el smartphone. Mas que un homenaje luctuoso parece un guateque del escribano, porque sigue gozando de cabal salud el refrán “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”.

O quizá, a pesar de todo lo chocante que nos pudieran parecer los avisos mortuorios publicados por personas que incluso solo se tomaron, por azares del destino, una foto con el difunto, este fenómeno de las redes sociales nos puede ayudar a comprender el concepto del duelo en la melancolía desarrollada por Freud.

El vienés teorizó que el duelo es intrínseco a todas las pérdidas. En el duelo normal, dice, la persona sabe con exactitud qué o a quién perdió y el trabajo psíquico será retraer gradualmente la libido del objeto amado que perdió. En contraste en la melancolía el duelo es patológico, la persona sabe conscientemente qué o a quién perdió, pero inconscientemente no sabe que parte del Yo perdió, por eso la única manera de tramitarlo sería con una identificación con el objeto perdido.

Así lo entendió el escritor y periodista Javier Darío Restrepo, quien dijo que en cada pérdida el sujeto que queda con vida también ha muerto de alguna forma, porque las cosas que antes hacía con el difunto ya jamás las volverá a hacer. En un duelo normal, sabemos, esas cosas que antes se hacían se pueden volver a hacer, enamorarse, trabajar, en fin, pero en la melancolía no hay manera de saber que parte del Yo hemos perdido, entonces también estamos perdidos.


Mored 25
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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