Me toca, una vez más, escribir mi artículo semanal horas antes del debate. A reserva de ocuparme más adelante de este segundo ejercicio democrático, aprovecho la ocasión para comentar ciertas críticas a Xóchitl Gálvez que se han intensificado a partir del primer encuentro, realizado en el INE el pasado 7 de abril. Me refiero a las que, inesperadamente, han hecho voces que repudian a la 4T.
Creo que hay dos posturas diferentes. Por un lado está la de periodistas y analistas empeñados en procurar imparcialidad durante una coyuntura adversa —ellos mismos consideran que la elección de Claudia Sheinbaum dañaría a México— y dicen lo que piensan aunque eso pueda restarle puntos a Xóchitl. La otra deriva del cálculo y es motivada por presiones —eso de que el presidente López Obrador no aprieta a los medios, que supuestamente le siguen siendo adversos, es un cuento mañanero— y/o por las encuestas que indican que Sheinbaum ganará. Las críticas del primer caso merecen mi respeto, las del segundo no.
Los reproches a Xóchitl Gálvez, aclaro, son en su mayoría certeros. Es evidente que se han cometido errores en su campaña. Pero la forma en que se señalan es muy significativa: desahuciarla después de cada uno de ellos es auspiciar la narrativa del triunfo ineluctable de Claudia que tanto impulsa el oficialismo como parte medular de su estrategia electoral. Y, sobre todo, el pregón de que el fenómeno Xóchitl ha muerto no solo sacrifica la realidad en aras de una hipérbole sino que oculta la evidencia que prefigura una elección de Estado, pues las esquelas no mencionan la más importante de las razones que lo menguaron: la brutal e ilegal campaña de infamias que AMLO orquestó en su contra, que provocó un notorio incremento de sus negativos.
Aunque me parece discutible, no reclamo que se argumente que en la defensa de la democracia importa más conservar la crítica objetiva que impedir que gane la candidata del autoritarismo. Discrepo del timing de los dardos, en todo caso. Mi queja va dirigida a otra parte, la de la actitud acomodaticia que busca una rentable relación con el poder. No pido aplaudir a la oposición por consigna, mucho menos faltar a la verdad, si bien creo que la continuidad de la 4T entrañaría un grave deterioro de la de por sí precaria democracia mexicana. Pero sí exijo a quienes quieren el cambio mantener la lucha contra el régimen de pensamiento único que AMLO pretende instaurar en México. Un demócrata no puede rendirse ante semejante amenaza.
PD: No sé cuál sea el origen de la camiseta de la Santa Muerte; quizá sea un meme, como dicen los hacedores del control de daños. Lo cierto es que AMLO no la vio así: la defendió con el argumento de la libertad de cultos porque sabía que la figura remite a una “narcodevoción” y porque le gustó la “exhortación” a no hablar mal de él. La respuesta que dio, por lo demás, es consistente con su táctica de mandar mensajes “buena ondita” al crimen organizado: abrazos y no balazos, saludo a la mamá del Chapo, declaraciones en defensa de los derechos humanos de los delincuentes, ahora libertad religiosa. Pórtense bien conmigo, es el recado, porque yo me porto bien con ustedes. AMLO escupe el discurso de la condena moral contra sus críticos y adversarios; las deferencias las reserva para los criminales.