Cultura

Rebelde, solitario, condenado: el monstruo de Frankenstein

La guarida del viento

El monstruo de Frankenstein encarna soledad; nuestra parte más vulnerable y rechazada. La nueva lectura de Del Toro abre preguntas sobre creación y culpa.

El monstruo es un ser solitario, violento y tierno, hecho de retazos de otros hombres. Desde que Mary Shelley lo creó no ha dejado de caminar por nuestra imaginación. En 1816, cuando el volcán del Monte Tamora provoca un verano frío en Londres, ella viaja con su esposo, el gran y malévolo Percy Shelley, y con su atormentado médico John Polidori, a las orillas del Lago Ginebra. Allí está también Lord Byron. Por las noches se reúnen a contarse historias. Mary Shelley cuenta la de un médico delirante, el doctor Victor Frankenstein. Su propósito es reunir trozos de cadáveres para componer un ser vivo. Basándose en experimentos del doctor Erasmus Darwin (abuelo de Charles), el doctor Frankenstein decide descargar electricidad en el sistema linfàtico de su monstruo compuesto de retazos humanos. Creará así un ser bello. Cuando lo intenta, el resultado es terrible. Aparece un monstruo. Víctima de la culpa, el doctor huye del lugar. Luego, se encuentra con su obra. Se trata de una criatura desesperada que le cuenta que inspira el terror de todos. Solo un anciano ciego lo ha acogido. La criatura llamada Frankenstein le pide al doctor del mismo nombre que le produzca una novia igual a él. De ese modo, podrá tener compañía. Le promete irse con esa compañera a Sudamérica. El doctor trabaja en la creación de una mujer para su creación. Luego la destruye. Al quedarse solo, el monstruo piensa en el suicidio. Es el heredero de los hombres y mujeres rechazados por la sociedad.

Y ahora Guillermo del Toro se hace cargo de este monstruo. En la película que acaba de estrenarse en Netflix, Frankenstein aparece como una criatura estilizada, pálida, meditativa, un humanoide con atisbos de melancolía y arranques de violencia. Es capaz de deshacerse de los lobos feroces a dentelladas y también de acompañar a la bella y ensangrentada Elizabeth, después de los disparos de su creador Victor. Del Toro convierte la historia en un diálogo entre padres e hijos. La criatura le reprocha a su padre haberle dado el dudoso don de la vida. Pero su reproche más profundo es no haberle dado el don de la muerte. El doctor Victor se siente apenado. Su hijo es más poderoso que él. Le pide perdón. Aunque la película ofrece demasiados efectos especiales y giros preciosistas para mi gusto, Del Toro acierta en lo esencial. Podemos atisbar en la soledad y el poder del monstruo. Al terminar de verla, pensé que Frankenstein es también un ejemplo de ese otro ser que ya va camino de dominarnos. La inteligencia artificial todavía no ha producido un ente con iniciativa propia pero este llegará.

Frankenstein es un heredero de todos los rechazados del mundo pero también representa el aspecto vulnerable y sensible que todos llevamos dentro. Cualquiera que sea la forma que pueda tener, el miedo de ser rechazado por los demás siempre asoma. Frankenstein no es un ser excepcional. Es un hermano monstruoso que anida en nuestra alma. Ya Mary Shelley lo sabía.

AQ / MCB 

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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