La reforma electoral que pretende definir las reglas para la elección de la gubernatura en 2027 llega hoy al Congreso para la segunda vuelta constitucional. La verdad es que llega peor de lo que empezó: con las bancadas más enredadas que nunca.
Todo apunta a que eso se definirá en los organismos electorales.
PAN y PRI no van a sacrificar Apodaca, San Nicolás ni Santiago, donde en caso de aprobarse perderían poder de decisión.
Aunque en la primera vuelta, ambos partidos junto con un independiente aprobaron que los órganos políticos decidan libremente el género de sus candidaturas.
En lo que respecta a Morena y Movimiento Ciudadano, ambos piden paridad en 16 municipios para aprobar la segunda vuelta.
Se ve difícil el panorama para la segunda vuelta, porque no existen consensos.
Morena y PVEM anuncian que presentarán propuestas, Movimiento Ciudadano critica sin llevar alternativas y las acusaciones sustituyen a los acuerdos.
Heriberto Treviño, del PRI, pidió dejar atrás los insultos y convocó a un “piso parejo”. Carlos de la Fuente, del PAN, afirmó que antes de aprobar deben existir mesas de trabajo. Sandra Pámanes, de MC, advirtió que respetarán las sentencias del Tribunal Electoral. Mario Soto, de Morena, prometió presentar iniciativa solo cuando logre acuerdos.
El fondo del pleito se centra en la paridad. MC, Morena, PT y PVEM condicionan su voto a que en 16 municipios históricamente gobernados por hombres los partidos postulen mujeres. PRI y PAN reclaman reglas claras, pero sin imposiciones.
Lo cierto es que el tiempo se agotó. Si hoy el Congreso fracasa en aprobar la segunda vuelta, el Instituto Estatal Electoral intervendrá con lineamientos propios de paridad.
Así los diputados no solo quedarán atrapados en sus enredos, sino también rebasados por la autoridad electoral.
La discusión exhibe lo mismo de siempre: cuando se habla de democracia, el discurso no es tan relevante, porque las bancadas piensan primero en blindar sus intereses.
Aunque se lea muy fuerte y políticamente incorrecto, las mujeres siguen en la mesa como moneda de cambio, mientras el ciudadano observa un Congreso que promete modernizar reglas, pero se enreda en cálculos políticos.
El desenlace ocurre hoy. El pulso es claro: si los diputados no logran acuerdos, la reforma electoral nacerá débil, incierta y cuestionada desde el origen.
Hay cosas que van más allá del deber ser, en la política no hay sorpresas, solo sorprendidos.