Nadie duda que La Pastora tiene que mejorar si quiere reabrir sus puertas e incluso debe de aplicar sanciones legales a quienes hayan actuado mal en estos años, ante las versiones de que han usado el zoológico para hacer negocios propios, como dar atención médica y criar animales para luego enviarlos a ranchos privados.
De esta crisis puede venir una gran oportunidad, porque además ya hay proyecto para convertir el parque en un centro de conservación animal, lo que implicaría básicamente reglas de operación distintas (retirar especies exóticas, otro manejo de recursos) y refrendaría la vocación del lugar.
En medio de todo esto existe otra realidad: en México, las leyes sobre bienestar animal avanzan a paso de tortuga y el maltrato es una herida cotidiana.
Las tres grandes normas que regulan el trato hacia los animales: la Ley Federal de Sanidad Animal, la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, y la Ley General de Vida Silvestre buscan garantizar el bienestar, el trato digno y la ausencia de crueldad. Sin embargo, en la práctica no ocurre así.
La Ley Federal de Sanidad Animal se enfoca en el bienestar de los animales de producción, de compañía y de aquellos silvestres que se encuentran en cautiverio. Define con precisión lo que deben tener: alimento, agua, atención veterinaria, transporte sin sufrimiento.
Pero la sola existencia de esos derechos no los garantiza. En rastros, criaderos y centros de control animal, las normas suelen convertirse en letra muerta.
Lo mismo ocurre con los animales de compañía, donde el maltrato persiste y va más allá de lo que vemos en redes.
La Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente habla de “trato digno y respetuoso” y de evitar la crueldad. Reconoce que los animales son parte del equilibrio ambiental y que merecen condiciones adecuadas de vida.
Pero la realidad municipal y estatal es que los perros callejeros perseguidos como plaga, los gatos arrojados a la basura, abundan las campañas de sacrificio masivo en lugar de programas de esterilización o adopción.
En otro extremo están los animales cuyo destino se rige por la Ley General de Vida Silvestre. Esta norma prohíbe la crueldad y exige condiciones que eviten el sufrimiento durante el manejo, el traslado o el confinamiento. Pero México sigue entre los países con mayor tráfico ilegal de fauna en América Latina. Miles de aves, reptiles y mamíferos son extraídos cada año de su hábitat natural para terminar en jaulas, mercados o colecciones privadas.
Hablar de bienestar animal no es hablar de ternura, sino de justicia. No solo es La Pastora; hay mucho más.