Uno pensaría que las manifestaciones y violentas algaradas de siempre ya no tendrían lugar con la llegada al poder de un gobierno de izquierda populista. Finalmente, destrozar vitrinas y mobiliario urbano es una manera de enfrentar al “sistema”, una forma de protesta protagonizada por quienes se oponen al orden establecido, descontentos con el despotismo de los ricos y privilegiados, por no hablar de la injusticia social consagrada por el nefario capitalismo.
Los mandamases de ahora son los que antiguamente tomaban las calles y fueron también los que, en tiempos muy recientes, vociferaban que “fue el Estado” para que quedara bien clara la catadura opresora de un régimen, el del PRIAN, perfectamente capaz de mandar a sus milicos a masacrar estudiantes.
Pues bien, ¿a los agitadores no tendría que servirles de justísima reparación el advenimiento de sus correligionarios al supremo mando de nuestra República como para que, sintiéndose plenamente representados por sus mismísimos semejantes, dejaran de protagonizar disturbios y destrozos?
Hace unos días, al cumplirse 11 años del atroz suceso de Iguala, manifestantes encapuchados lanzaron petardos por encima de la barrera del Campo Militar 1, empotraron un camión en las puertas y le prendieron fuego. Hoy mismo, aniversario de la matanza del 2 de octubre, se han erigido vallas de metal para proteger los monumentos y edificios de la capital de todos los mexicanos, previniendo las violencias que parece merecer la ocasión.
Podríamos casi afirmar que en ningún otro país de este planeta pueden grupos de civiles atacar y destrozar flagrantemente instalaciones militares, en las narices de las fuerzas policiacas y delante de los propios oficiales del Ejército Nacional. Desde luego, algo así es absolutamente inimaginable en el paraíso socialista de Díaz Canel y los suyos, con todo y que todo un sector del oficialismo cuatroteísta entona exaltadas loas a los opresores, ahí sí, del pueblo cubano. ¿Por qué no los imitan, entonces (ya que tanto los admiran), y encarcelan, como en la isla, durante años enteros a los que protestan?
El asunto es que cargamos sobre los hombros la pesada herencia priista de 1968: la factura de matar estudiantes fue tan costosa que, años después, los gobiernos rehúyen intervenir para asegurar el orden público. Acobardados, les aterra que les endosen el término “represión”. Así que...