El tema de la desigualdad en este país es tan recurrente como irremediable parece ser el problema mismo. Desde que tengo uso de razón he escuchado, aquí y allá, voces que denuncian airadamente la pobreza de millones de mexicanos y, como cualquier otro ciudadano, he sido un testigo directísimo de la realidad de la miseria. Los pobres están ahí, a la vista de todos, aunque muchos de nosotros no nos quedemos en las inmediaciones de los aeropuertos sino que salgamos disparados a los hoteles, los malls de los barrios elegantes y esas zonas de las ciudades, que también existen, habitadas por una gran clase media.
La más desalentadora observación que he leído sobre este asunto apareció hace unos días en estás páginas y sentenciaba que, en un país como México, la pobreza no va a disminuir con el crecimiento económico sino al revés, que no se puede crecer cuando hay tantos pobres. Pues entonces, ni remedio a la vista, señoras y señores: seguiremos así, como una nación dividida fatalmente en dos partes, por los siglos de los siglos.
Y, sin embargo, se han gastado miles y miles de millones de pesos en el combate a la pobreza. También, por cierto, se desembolsan cantidades colosales en el asunto de la educación: los porcentajes más altos, según parece, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ese club de países ricos al que logramos pertenecer en nuestra condición de potencia industrial. Pero, ha sido dinero tirado a la basura: el Gobierno no administra los recursos de manera eficiente —los proyectos se cancelan cada vez que cambia una Administración, los programas se diseñan de manera torpe y con el propósito de complacer a las clientelas políticas, las ocurrencias de los funcionarios de turno los llevan a perpetrar criminales dispendios (¿qué pasó, para mayores señas, con el proyecto aquél de tiempos de Fox, llamado ‘Enciclomedia’) y, por si fuera poco, la corrupción pervierte la práctica totalidad de las políticas públicas. De tal manera, nunca habrá dinero que alcance.
Así que, miren ustedes, a lo mejor es cosa de irnos acostumbrando a… lo que ya es costumbre.
revueltas@mac.com