Terminando junio con mucha gratitud y dándole la bienvenida a julio con más esperanza, mientras decidía qué tema abordar en este mi espacio semanal, me vino a la mente uno que cuando me lo explicaron durante mis estudios en la especialidad me parecía difícil de creer: la nicotina es una de las drogas más adictivas en el mercado.
Esta idea me vino al pensamiento, mientras recordaba que, gracias a Dios, en este último intento por derrotar mi adicción a la nicotina, ayer domingo cumplí dos años y medio sin fumar.
Si no me equivoco, esta es la quinta vez que lo intento, con lo que, más allá de mi experiencia profesional como especialista en adicciones, puedo dar testimonio personal de lo adictivo de esta sustancia, que por cierto me parece una de las dependencias más sin sentido.
La primera vez que intenté dejar de fumar tendría quizás cerca de 10 años sin beber alcohol y traté de aplicarme la misma fórmula, logrando cuatro años sin consumir ningún producto con nicotina.
Lo absurdo fue que un día, jugando con un cigarro en la mano acompañando a una persona que fumaba, cuando yo pensaba que ya había superado mi adicción a la nicotina, me generó en el cerebro la brillante idea de que quizás si lo prendía y le daba unas fumadas, no pasaría nada.
A los dos días encendí un cigarro, me lo fumé completamente y un par de días estuve así consumiendo tabaco “de gorra”, como le dicen coloquialmente, pero al tercer día me fui a comprar una cajetilla y en poco tiempo estaba humeando igual o más que donde lo había dejado 48 meses atrás: había recaído.
Esa recaída me duró de dos a tres años en los que muchas veces quise hacer el intento por dejar de fumar, tratándolo de manera seria sólo en dos ocasiones en las que no pude abstenerme ni seis meses.
Con la llegada de la pandemia y siendo una persona con riesgos respiratorios, más por miedo que por convicción, decidí dejar de fumar en diciembre de 2019.
La abstinencia en esa ocasión se prolongó por un año y cinco meses, para proseguir con una nueva recaída en junio de 2021, tras un episodio de estrés intenso que me hizo un fumador de al menos cajetilla y media diaria por un semestre.
Finalmente, el 31 de diciembre de 2021 tomé la resolución definitiva, sin reserva alguna, como sé que debe abordarse cualquier adicción, para dejar de fumar hasta hoy por dos años y medio, pidiéndole a Dios que me de la sabiduría, humildad y consciencia de enfermedad, para mantenerme en abstinencia.
He entendido así en cuerpo y mente propia, el alto potencial adictivo que tiene esta sustancia que, en voz de algunos expertos causa hasta ocho veces más dependencia que el alcohol e incluso genera más adicción que drogas más duras como la heroína y la cocaína.
Si bien las drogas duras causan más daños secundarios inmediatos en la salud del consumidor y son muy difíciles de superar por el deseo imperioso que causa cada vez que se intenta, la nicotina tiene un potencial adictivo mucho mayor.
La explicación está basada en que el grado de euforia que ocasiona en los neurotransmisores la nicotina es muy breve y dura apenas casi lo que se tarda en consumirle, por lo que los fumadores dependientes pueden estar encendiendo un cigarro tras otro o vapeando de manera ininterrumpida para mantener esa sensación en su cerebro y en su cuerpo, mientras que, las otras drogas, incluyendo el alcohol, son de consumo más lento y espaciado, aunque sus efectos sean también más largos.
Tomando en cuenta que la edad de inicio de consumo de tabaco o nicotina en México es en promedio a los 12 años (como fue mi caso), a diferencia de lo que muchos piensan, esta sustancia es de las primeras en generar adicción, además de que es la entrada a consumir alcohol y otras drogas más duras y nocivas.
Así que, hay que tenerle mucho respecto a la nicotina en cualquiera de sus presentaciones, como se explicaba el 31 de mayo pasado en el día mundial de no fumar.
Por lo pronto, el día de hoy yo no he fumado y espero que ustedes tampoco.
¡Tengan bendecido mes de julio!