Al menos hasta ahora no pareció que los seis primeros titulares del gabinete presidencial de Claudia Sheinbaum, despierte mayor alarma. Lo que es más, estos, sumados al titular transexenal de Hacienda, motivan la creencia de que va por buen camino aunque habrá que ver lo que falta y hasta qué punto gozará la próxima mandataria de verdadera autonomía en las designaciones. De Marcelo Ebrard ya se sabía que tendría una cartera ya que su repliegue en la precampaña y su activa participación en el proceso, tendrían que ser recompensados. Sobre cómo lo hará en Economía, es de creer que no lo haría mal, lo cual ya es ganancia. El caso más sobresaliente es naturalmente el de Juan Ramón de la Fuente, quien como embajador hubo de sortear algunos arrebatos de López Obrador contra la ONU, aunque ahora probará mejor fortuna el frente de Relaciones Exteriores. En cuanto a que ninguno tiene carga ideológica quizá no sea tan cierto. Por ejemplo, Ernestina Godoy, rechazada en la Fiscalía de la ciudad de México, la tiene y de sobra, si bien tampoco es de escandalizarse por su ADN morenista ya que ella sí que goza de la total confianza de la ex jefa del gobierno capitalino, para ser precisamente la Consejera Jurídica de su administración.
Lo que falta por conocerse no es menos importante. Un solo ejemplo. Es el caso de la Secretaría de Seguridad Publica a la que ya se amenaza con cercenarle definitivamente el brazo armado puesto que, a pesar de haber sido calificada de inconstitucional, la Guardia Nacional tranquilamente pasará al mando castrense. No sé qué entienda Sheinbaum por militarizar o no al país, pero esto sucederá inexorablemente. ¿Habrá alguna clase de negociación con las fuerzas armadas para cuando llegue la hora de nombrar a sus altos mandos, en Sedena y Semar? Sólo ella lo sabe. Sin embargo, todavía habrá oportunidad de advertir si realmente se seguirán tomando criterios de especialidad profesional y cualidades técnicas con muchos secretarios más que se irán anunciado sucesivamente. Imaginen cuando se toque a los titulares de la CFE o de Pemex.
Tampoco es extraño que López Obrador quiera seguir mostrando su sueño de prolongar su política de gobierno. De ahí que guste de verse acompañado por Sheinbaum en sus giras y que los pronunciamientos públicos sean tan coincidentes. El discurso de la guerra de Calderón, García Luna, etcétera, es idéntico, si bien al paso del tiempo tal vez cambie de parecer poco a poco, o al menos de temas. Una clave de ello será la composición íntegra del gabinete. Además, quizá lo más preocupante sea la insistencia en el Plan C y en acorralar prácticamente al Poder Judicial. Los “foros” de consulta, por sabido se da, son escaparates vacíos que no tendrán mayor trascendencia ni efecto.
Po otro lado, tratando de entender la posición de Jalisco en este horizonte, entre presidencias saliente y entrante no hay una posición clara y menos determinante en cuanto al alegato de Morena y Claudia Delgadillo de anular el proceso. Parece, a la fecha, que por ahí no va a haber mayor cosa. Ha sido prudente la actitud de Pablo Lemus en dejar que las cosas tomen su nivel ya que Delgadillo quizá haya decidido volver a la curul para estar cerca de quienes toman las decisiones. Que prospere el asunto, en realidad no tiene visos observables y realistas de las pruebas incontrovertibles que cambiarían el rumbo en los tribunales. Lo que sí es de considerar es el futuro mismo de Movimiento Ciudadano. La ausencia de los liderazgos de MC en su asamblea nacional dice, y dice mucho, de que la entidad será naranja en la medida de sus propias condiciones. Y para algunos no sería ya tan extraño que el giro ya esperado de Dante Delgado y de Álvarez Máynez se convierta en el simple allanamiento al nuevo gobierno. Máynez de hecho pidió ya el “voto de confianza” para la elección del gabinete de la presidente electa. Así o más claro
Así, a Jalisco no le queda sino jugar con sus reglas. Tal vez Lemus pudiera, en efecto, hacer un papel de conciliación política que, dicho sea de paso, resultaría primordial para que la entidad no sufra atrasos en la obra y servicios, por lo que habrá de hacerse coincidir políticas entre los gobiernos federal y estatal. Llevar la fiesta en paz, pues, sería lo mejor que podría suceder y en ello de seguro no tendría el gobernador electo de Jalisco mayor reparo. Hasta ahora, simplemente ha reiterado que sólo habrá que garantizar la autonomía de la entidad y ello no riñe con la posibilidad de acuerdos en conjunto y de realizar planes en los dos niveles fundamentales de gobierno. No será fácil ni sencillo políticamente hablando pero esta es una fórmula que también podría atemperar a los diputados de la cámara local -en su mayoría adversos- para las iniciativas que conduzcan a una relación que a la presidenta, al gobernador y a los alcaldes, mejor convenga para sus habitantes. Que se vea y al margen de la controversia electoral, Lemus tiene las armas y cualidades necesarias para logarlo. Aquí sí, sin duda, el voto de confianza está sobradamente justificado.