Las primeras reacciones desde Palacio Nacional con respecto al asesinato del alcalde Uruapan ciertamente no fueron atinadas. Lo que provocó uno de los más graves estallidos populares en cuando menos siete años. Quizá sin percatarse de las consecuencias, a Claudia Sheinbaum se le hizo fácil salir que un crimen como éste tiene origen en la “guerra contra el narco” de Felipe Calderón. Así de sencillo, solamente agregó las consabidas condolencias a los familiares de Carlos Manzo y, faltaba más, la bien trillada expresión de que se abría la famosa “carpeta de investigación” ya que el suceso “no quedará impune”. Ya mejor pensadas las cosas, ahora salió con que habrá todo un “plan” (¿cuántos más?) para restablecer la paz en Michoacán. De una salida de simple retórica pasó a otra de tipo técnico, como aconteció ya en Sinaloa y en otras entidades.
Lo que realmente perturba a las víctimas colaterales es, en efecto, la falta de sensibilidad cuando se trata de asumir responsabilidades. Con todo respeto, no se puede seguir eternamente con la historia pasada o lo que se hizo hace tres sexenios para inculpar a otros de lo que debe ser asumido por el actual gobierno. Entre la “guerra de Calderón” y la política de los abrazos, francamente la gente se queda convencida de que no hay nada peor que los efectos de las políticas equivocadas del pasado régimen y que la presidenta insiste en las palabras que esas acciones fueron correctas, aunque en los hechos actúa muy diferente.
Manzo representó una nueva forma de ver la situación de desastre en las acciones contra el crimen organizado. Su postura no era precisamente la convocatoria a la violencia sino a la desesperación de ver gobiernos federal y estatal pasivos y permisivos, que están acabando con la tranquilidad pública de todo el país. En cambio, desde Palacio solamente se aprecian “politiquerías”, “carroñas”, etcétera y que lo único que se ve en este es la carencia del régimen de voluntad alguna para actuar decididamente. Lo positivo, hasta ahora, se limita a los programas específicos y los acciones de Omar García Harfuch, aunque con bomberazos muy inclinados a salvarles el pellejo a los remedos de Gobierno en una media docena de estados críticos y que son de Morena.
Quizá lo peor del caso es que se ha venido formando una ola de inconformidad social que a corto o mediano plazo habrá de ocasionar estragos en las pretensiones de mantener el gobierno partidista que se está viviendo. Es cierto que, pese a todo, la popularidad de la presidenta no ha menguado y se encuentra en una posición envidiable dados los casos de evidente corrupción, de ruptura compromisos como la “austeridad republicana” y de muchos negativos más que se han estado y se seguirán acumulando en los años por venir. Francamente parece inexplicable que Sheinbaum insista en respaldarse en López Obrador para justificar solamente el proceder del ex presidente. El impacto trasciende a otros rubros, como el libre comercio con la cancelación (legítima por su autonomía), a vuelos a Estados Unidos procedentes del AIFA, a las preocupaciones en el extranjero para preservar sus inversiones aquí, en gran medida debido a un Poder Judicial que ahora se considera afín al gobierno central, y ya no digamos de las relaciones internacionales que facilitan que el presidente de Estados Unidos nos acogote o con otras naciones como Perú, que ya llegó a la ruptura.
Sin embargo, el tema de hoy, y lo será por mucho tiempo, incluido el siguiente periodo electoral, será el homicidio a mansalva de Carlos Manzo, Este es sin duda lo que puede marcar un parteaguas en la administración morenista. La presidenta no está nada lejos de sentir mayores tropiezos de seguir adherida a la idea de continuar con la política de López Obrador, quien gobierna de alguna forma la actuación de la presidenta y que sigue haciendo sentir su presencia en todo lo que afecta al país. Mientras, no hay duda de que la “esperanza de México” empieza a resquebrajarse y convertirse en una dolorosa realidad en la que los hechos desdicen el discurso del régimen. Habría que preguntar hoy, por ejemplo, si existe esa creencia de que un partido en el poder puede significar esa “esperanza”. Uruapan es un grito que Manzo dio pero que está llegando al país entero. Y así, con el tiempo, el gobierno cargará con una fe que empieza a desmoronarse y que, ojalá y no, tal vez se convierta en la desesperanza y la decepción de México. Que suceda o no en gran medida depende de las acciones que tome la presidenta Claudia Sheinbaum.