Algo de confusión rodeó el anuncio. Primero, se dijo que Washington designaría a la Hermandad Musulmana como Organización Terrorista Extranjera. Más tarde, la Casa Blanca apuntó a “ciertos capítulos”, con un señalamiento a los Ikhwan —los hermanos— de Líbano, Jordania y Egipto. Meses después de una medida similar a cárteles mexicanos, la Hermandad recibió la clasificación a la par del venezolano cártel de los Soles.
Fundada en Egipto en 1928, la historia de la Hermandad condensa lo no resuelto en los países árabes y hacia ellos. En su discurso, la organización se presenta como pacífica, democrática en lo que eso significa localmente y, a sus inicios, sin un interés en lo político. En la realidad, con relevancia tras el nacimiento de Hamás a sus cobijos, la Hermandad se abrió paso con dos rutas simultáneas: ganó apoyo por medio de lo comunitario y aumentó su capacidad de influencia política, integrándose a estructuras de gobierno. Su interés: una visión donde desaparece la división entre el islam, lo religioso, y el islamismo, lo ideológico.
Con esa estrategia alentaron nociones de una visión donde ni el secularismo ni la heterogeneidad del islam son admisibles, mientras conquistaron posiciones de influencia. Qatar y Turquía son ejemplos de ello, pese a que ambos, en los últimos dos años, tomaron una muy tímida distancia de la organización.
En 2013, la Hermandad fue prohibida en Egipto. Arabia Saudita y Emiratos les designó terroristas en 2014. Este año, Jordania retiró su estatus legal. En Siria, se ha llamado a su propia disolución. Tanto para Egipto como para Siria la relación es más complicada, en parte, a causa de masacres contra ellos en 1982 y en 2013, lo que lleva a recordar que, aunque la Hermandad se ha reducido, cuenta con un respaldo nada despreciable. De ahí que aquella visión en Damasco sea más realista.
Su integración ha sido exitosa, lo que hace que medidas como la de Washington sean insuficientes y no tengan las mismas posibilidades que con los cárteles. Sobre todo, si la Hermandad ya está prohibida en Egipto y Jordania.
Hay fenómenos que piden anticuerpos locales, eso pide comprensión y atenciones culturales. Quizá este texto también trate de México.