Hoy es Michoacán pero sabemos que no se trata de un asunto focalizado. El costo de la muerte es costumbre y característica en las estructuras nacionales.
Hablamos de asesinatos, de violencia criminal y política, por su peso aterrador en la vida diaria de la gente. Hay una dimensión de largo plazo. Sus consecuencias en la formación política de las sociedades.
¿Qué tan posible es hablar de democracia cuando la existencia es inseparable de la violencia?
Los efectos de la violencia política llegan a un punto donde se convierten en amenazas existenciales sobre si los países pueden seguir llamándose repúblicas o Estados llanos.
Nuestra violencia política comparte efectos con aquella surgida desde los ismos de la irracionalidad asesina, fanatismos o integrismos, pero la sobrepasa en su imposición a los modos de la selva.
En la violencia de los desequilibrios o el fundamentalismo, la anulación del oponente es la negación a vías políticas para resolver diferencias. Solo que incluso ahí queda algo de intención política. Nuestro conflicto no es ideológico o religioso sino territorial sin identidades de por medio fuera del control absoluto.
Lo que tenemos en México es patológicamente primario: la violencia criminal se adueñó de los espacios que el Estado, con todos sus gobiernos, abandonó en favor de la retórica silvestre. Y lo sigue haciendo. No es con refuerzos de tropas y funcionarios que se resuelve lo que pide años cuando para quien habita el horror se acabó el tiempo.
La violencia hizo pedagogía y ésta se traduce en la pérdida de confianza en las posibilidades políticas para resolver lo básico. Esa reconstrucción, política y social, es todavía más lenta que los cambios en estrategias de seguridad. Otra. Tampoco muy distinta.
Ningún sistema sobrevive cuando las maquinarias de gobierno, sociales y económicas dejan de ser mínimamente funcionales porque el crimen ha interrumpido sus procesos hasta convertirse en el sistema mismo.
Los asesinatos en Michoacán no son anomalía, sino reflejo del punto donde nos encontramos. Condensan todos los elementos de ruptura.
Un conflicto armado interno que nadie se atreve a asumir. Varios. Aquí es más grave catalogar la realidad que la realidad.