El revisionismo histórico, con su intención política, no es nuevo en casi ninguna parte del mundo. Tampoco lo son sus penas. En la Libia de Gadafi, la presencia de griegos y romanos, muy anteriores a la ocupación italiana que terminó con la independencia de 1951, quedó atrapada en los rencores del etnonacionalismo como si se tratasen de la misma época, sin importar los más de 2’000 años entre Pompeyo y el siglo XX. El museo de Trípoli renombró sus salas: Colonización Griega y Colonización Romana. ¿De la Libia independiente?
Rondó algo de vergüenza, sobre todo en estudiosos, pero no más.
Los integrismos parten de su necesidad por fijar un momento histórico en el que, afirman, un evento externo rompió el destino proverbial de sus sociedades. Las herencias culturales sirven para reforzar identidades políticas en el presente. Sin embargo, la mayoría de los revisionismos políticos tienden a medir su intervención en el pasado. A veces, por la imposibilidad de luchar contra hechos comprobados con detalle y a lo largo del tiempo; otras, por los efectos prácticos de modificar en exceso la verdad en nombre del absurdo, así aparente ser políticamente redituable.
En México, de dar por bueno el revisionismo del expresidente alrededor de las sociedades prehispánicas, el gobierno federal tendrá que hacerse algunas preguntas incómodas. ¿La Secretaría de Educación Pública modificará los libros de texto gratuito para coincidir con su relato? ¿En cuánto tiempo ocurrirá la reescritura? Mientras tanto, ¿retirará de las aulas la enseñanza del pasado aceptado o la SEP dará clase en contra de las nuevas aseveraciones históricas? En caso contrario, ¿la presidenta y el secretario de Educación tomarán la reinterpretación como una mera opinión y le dirán, no, al expresidente?
El límite en este episodio folclórico se encuentra ahí, pero ya tiene un saldo.
Durante los últimos meses, España había dado avisos de querer hacer más tersa la relación con México. Asunto lógico y de conveniencia para ambos países, pero más para el canciller mexicano, que no tenía mucho que capitalizar. Aunque esto dependiese de Madrid.
Supongo que uno que otro camino se ha vuelto a romper. Las formas de la antropofagia.