Cada vez hay más violencia en nuestro país. Mientras se avanza en alfabetizar y se invierte más en su infraestructura, unos cuantos malos mexicanos nos están poniendo contra la pared. ¿Qué porcentaje de la población pertenece al bajo mundo, a la capa delincuencial, a quienes dañan a la sociedad? Es muy escasa esa proporción y, sin embargo, son muy certeros en sus acometidas ilegales, tienen estructura vertical y algunos mejor armamento que el de las fuerzas del orden. Hasta el momento, el estado mexicano no ha podido con ellos. Surgen hechos violentos en varias entidades del país e incluso en la cancha de un estadio de futbol. La violencia se ha convertido en un problema de salud pública, dada su extensión, magnitud y consecuencias, que afecta de manera desproporcionada a las mujeres, a los niños y a los adolescentes.
La violencia constituye un indicador de salud pública de una sociedad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se define a la violencia como “el uso intencional de la fuerza o poder físicos, amenazante o real, en contra de uno mismo, de otra persona o en contra de un grupo o comunidad, que resulte en heridas, muerte o daño sicológico, disfunciones o privaciones”.
Las causas son complejas, ocurren a diferentes niveles. En salud pública se les conoce como determinantes sociales. El primero identifica los factores biológicos y personales que influyen en el comportamiento de los individuos y que incrementan su probabilidad de llegar a ser víctimas o perpetradores de actos de violencia. En el segundo nivel destacan las relaciones familiares o de amistad en las que puedan reunirse factores que propician la violencia. El tercer nivel está relacionado con el contexto de la comunidad, y finalmente el cuarto está asociado a los factores sociales que contribuyen a crear un clima en el que se alientan las actitudes violentas.
Los efectos de la violencia impactan en la salud de la población y su estrecha relación con la economía. Afectan a la inversión extranjera por pérdida de confianza en el país, disminuyen el número de viajeros. Daña también la inversión interna de las empresas, porque de esa manera se aumentan los costos en seguridad, entre otros más. La estadística dice: cero crecimiento. La violencia debe ser tratada como un problema de salud pública.
Lo preocupante es que este fenómeno crece, se envalentona y a veces sitúa en el ridículo a los representantes de la fuerza pública. _