En México los jóvenes representan el 30% de la población, que significa casi 38 millones de personas entre los 12 y 29 años de edad, los cuales viven, según el Inegi, en 74 zonas metropolitanas del país; en el resto viven los casi marginados de los servicios y oportunidades de progreso y servicios.
Los expertos en análisis sociales afirman que los retos más importantes para ellos en materia de pobreza, deficiente educación, insuficiente acceso a la salud, falta de centros de trabajo y ambiente de violencia, los lleva a ser considerados como “los olvidados del régimen”: unos 11 millones de ellos viven en condiciones de precariedad.
En el renglón educativo, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) advierte que el país atraviesa por una crisis importante al registrar alrededor de 6 millones de menores de 16 años no se encuentran inscritas en ninguna escuela, al mismo tiempo enfrentan problemas de distancia de escuelas, idioma y otros factores.
Uno de los retos a superar es la violencia que prevalece en muchas áreas del país en donde la autoridad ha fallado, no sólo en las marginadas, sino en grandes ciudades como Culiacán en donde el crimen ha destrozado la vida cotidiana.
A todas estas limitaciones se agregan las limitaciones en los paquetes económicos y presupuestos de egresos de los últimos años, que desamparan a los mexicanos más jóvenes en materia de salud y educación para los niños y adolescentes, desestimando la prioridad que reclaman.
Ante esta panorámica es muy difícil encontrar respuesta ante exhortativas por la participación política ante necesidades apremiantes y sensación de inseguridad, al no reconocer la fuerza que tiene la juventud para operar los cambios que les puedan favorecer. Se trata de una visión de futuro que no está al alcance de ellos y más bien se adaptan a un proyecto político que les otorga beneficios económicos para el hoy, pero tangibles aunque efímeros.
Este es el gran dilema para la juventud mexicana, cómo sobreponerse a las necesidades y problemas del momento y participar en política, por la cual no tienen simpatía por las referencias que ven, escuchan o ignoran. Prefieren tener algunas monedas en el bolsillo hoy que soñar por un futuro mejor con su implícita incertidumbre.
El futuro de México está en las manos de los jóvenes de hoy, pero hasta el momento no hay nadie que logre convencerlos de su potencialidad.