Pocas veces ha resultado emocionante y emotivo la entrega de un Premio Nobel, como lo ha sido este año el de la Paz, a una ciudadana de Venezuela.
Lo acontecido alrededor del acto es digno de una película por las peripecias que vivió para llegar a Oslo, una luchadora social por democracia llamada María Corina Machado, quien ha vivido en la clandestinidad en su país durante meses, para evitar la cárcel u otro destino, peor porque es una de las personas opositoras al régimen que prevalece en ese país, apelando a los procedimientos propios de un sistema democrático y republicano.
Se trata de una lucha por el reconocimiento ante el mundo de la ética y de los valores que deben de prevalecer en un país, cuyo gobierno actual los ha opacado con detrimento de la vida en general en aquel país, patria de Simón Bolívar, cuyos ideales han sido manipulados.
El premio otorgado a una mujer excepcional representa un reconocimiento y un ejemplo para el mundo que sufre más allá de lo material, el sufrimiento espiritual, porque el alma de la nación ha sido objeto de agresión en lo externo al huir del país millones, que han buscado ayuda en otros, pese a que para algunos de ellos, son indeseables.
Ahora Venezuela tiene un componente de grandeza. El premio a Corina representa el homenaje del mundo civilizado a la manera como su labor de años ha sido capaz de inspirar a una nación entera a luchar de manera ciudadana.Es un reconocimiento al inmenso poder de su valor cívico. Confirma lo que decía Andrew Jackson: “Una sola persona de coraje es mayoría”.
Esta mujer logró cambiar el sentimiento nacional hacia admiración y respeto por su liderazgo, y por simbolizar el espíritu de la libertad y de la democracia al apoyarse sin ejércitos, poder político formal, sin recursos financieros de significación, y además, acosada por la represión, rodeada apenas de un reducido grupo de colaboradores,
El espíritu del Nobel ha sido validado plenamente, un premio que reconoce la labor callada, dedicada e incansable, de genuino interés por la humanidad de naturaleza heroica. Por algo Suecia es uno de los países más avanzados del mundo; lo cubre la nobleza.
