Cultura

La disciplina tiene tiempo y hora

Hace algunos días reflexionaba junto a mis alumnos acerca de aprender a respetar los tiempos de entrega. ¿Quién se beneficia realmente cuando ignoramos los plazos? ¿Y quién pierde cuando la disciplina se relativiza?

Estas preguntas no son provocaciones; son un llamado a reflexionar. Porque en un ecosistema académico, cada decisión sobre el tiempo -su cuidado, su respeto, su valor- repercute directamente en la calidad formativa.

Dentro del libro "La geografía del tiempo" del psicólogo social Robert Levinel se plantea cómo cada cultura vive, entiende y administra el tiempo de forma distinta, pero también cómo las sociedades más organizadas construyen progreso justamente a partir de la disciplina temporal.

Una de sus teorías apunta a que la percepción del tiempo condiciona la calidad de lo que producimos: cuando se actúa bajo la premisa de que “el tiempo alcanza para todo”, el trabajo tiende a diluirse; pero cuando asumimos que el tiempo es un recurso finito, la calidad se vuelve prioridad. En la docencia ocurre lo mismo: los plazos no existen para presionar, sino para estructurar.

En ocasiones, algunos alumnos se molestan cuando un trabajo no puede ser recibido fuera del tiempo establecido, o cuando una calificación disminuye debido al retraso. Sin embargo, quisiera dejar claro que como docente considero que los plazos no son castigos, sino puentes.

Quien aprende a entregar a tiempo no solo cumple una instrucción: desarrolla profesionalismo. La puntualidad académica no se trata de obediencia, sino de responsabilidad. Entregar a tiempo refleja planeación, ética de trabajo, compromiso con el proceso y respeto por el otro. Un trabajo enviado dentro de los límites acordados suele mostrar mejores ideas, redacciones más cuidadas y reflexiones más profundas. Es decir, la forma en que administramos nuestro tiempo se hace visible en la calidad que entregamos.

En la vida profesional -y esto es algo que siempre recalco a mis estudiantes-, los resultados hablan, pero los tiempos también. Una entrega tardía en un ámbito laboral puede significar la pérdida de un cliente, de una oportunidad o de la confianza de un equipo. Aprender esta disciplina dentro del aula es un acto de preparación para el mundo real, no una imposición arbitraria.

Como docentes, sabemos que cada estudiante tiene contextos distintos, ritmos distintos y dificultades inesperadas. Por ello, la empatía es esencial y las puertas al diálogo siempre deben permanecer abiertas. Pero la empatía no cancela la responsabilidad; la complementa. Educar también implica sostener límites que ayudan a formar profesionales íntegros y confiables.

Respetar los tiempos no es una carga, es una herramienta para crecer. Cuando un alumno comprende esto, su trabajo mejora, su estrés disminuye y su propio orgullo académico florece. Ojalá podamos seguir construyendo juntos una cultura donde el tiempo no sea un enemigo ni un obstáculo, sino un aliado en la búsqueda de la excelencia.


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Magda Bárcenas Castro
  • Magda Bárcenas Castro
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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