Miles de niños de kínder, preprimaria, primaria y secundaria, regresaron a las aulas y con ellos el bullicio a la hora de entrar a las instituciones educativas.
Muchos pequeños se habían acostumbrado a dormirse tarde y despertarse tarde durante las vacaciones escolares, por lo que su despertar fue difícil, muchos simplemente querían seguir durmiendo y sus padres de familia prácticamente los obligaron a levantarse, arreglarse, tomar sus útiles y encaminarse a las escuelas.
Fueron escenas que se repiten año con año, ya que muchos de los estudiantes eran casi arrastrados por sus papás para poder llegar a las entradas de las escuelas, ya que muchos pequeños tenían las pestañas pegadas y se les dificultaba despertarse.
Pero muchos otros, con una cara de alegría, de gusto por volver a ver a sus amiguitos, llegaron a las diferentes instituciones, ya que les urgía platicar sobre lo que hicieron en las vacaciones.
Además, contarles a sus amiguitos y a sus maestros sobre los lugares que visitaron y la forma en que se divirtieron.
Pero tampoco faltaron las escenas de los niños que entraban al kínder por primera ocasión, muchos de ellos se resistían a soltarse de las manos de sus papás, no sin antes soltar un llanto para pedir que no los dejaran.
También estuvieron los niños que tranquilamente entraron a las escuelas y de las manos de sus maestras se dirigieron a sus salones.
Era curioso ver a los estudiantes cargar sus pesadas mochilas a sus espaldas y es que muchos ya no las dejan en los salones, ya que saben que en cualquier momento les robarán sus útiles escolares y es que hay alumnos que aprovechan cualquier descuido de sus compañeros para despojarlos de sus pertenencias.
A las afueras de las escuelas, oficiales de Tránsito y Vialidad se multiplicaban, ya que padres de familia que llegaban tarde, querían dejar a sus hijos a las puertas de las escuelas, provocando un caos vial.
En fin, regresaron las clases y volvió el bullicio.
Walter.juarez@milenio.com