Como en el final de un texto de Borges, antes o después de morir me sabré frente a Dios y habré de plantearle: “Yo, que tantos cantantes he sido, no quiero ser ya ninguno, sino yo”. Dios ha de mirarme extrañado. Dirá: “A ver, cuéntame”.
Primero fui El Gallo Giro, por el cantante Luis Aguilar. Era una lata cuando al pedir por teléfono un taxi de sitio la voz de la señorita me preguntaba invariablemente si yo era él, y que por ejemplo esa misma tarde me había visto en el Canal 4 en una de las películas que hice del Látigo Negro. O que me daría el servicio si le cantaba “Qué te ha dado esa mujer”; yo, harto y sin salida le respondía que no era posible porque me faltaba Pedro, el gran Pedro Infante para hacer el dúo como en la película. “Ay, qué buena pareja hacían”. “Sí, se nos fue el gran Pedro ‘ombre”. Pero luego me informaba que no había taxis de momento para este al fin falso Luis Aguilar.
No habría padecido lo que padecí si el cantante Miguel Bosé se hubiera puesto desde el principio Luis Miguel Bosé; el apellido por su madre Lucía y el nombre por su padre Luis Miguel Dominguín. Pero no. Necio. Se puso Miguel Bosé y dejó la casilla desocupada para que luego viniera un jovencito bajo la leyenda “Nace un Sol”; no tuvo que ponerse digamos Miguel Rey en seguimiento de su padre Luisito Rey. Daño hecho: Luis Miguel. Y un calvario inmitigado por ventanillas bancarias o de gobierno donde me deparaban la burla de que yo no podía realizar el trámite porque la foto de mi credencial no era la de Luis Miguel. Una mujer: “¿Luis Miguel? Qué hermoso nombre. Así se llama mi hijo”. “Por favor, salúdeme muchísimo a mi tocayo”. “Sí, ojalá un día pudiera yo decírselo al verdadero Luis Miguel”. Y así.
Y lo que me faltaba. Hay en internet un video donde alguien llamado Luis Miguel Aguilar triunfa con su canción “Errante”. Ya qué hacer frente a “quien se roba mi buen nombre”, como dice Yago en Otelo. No me he atrevido a ver el video de Luis Miguel Aguilar bajo riesgo de esfumarme.