Política

Los anexos del miedo

  • ¡Ahí Les Voy!
  • Los anexos del miedo
  • Leonardo Schwebel

En el área metropolitana de Guadalajara, los llamados anexos se multiplican como hongos después de la lluvia. Y no porque la ciudad haya decidido abrazar la rehabilitación como una causa social, sino porque el negocio de la desesperación se volvió rentable. Donde el Estado no llega, donde la familia ya no puede, llegan ellos: los “centros” que prometen curar adicciones a golpes, encierros y cadenas.

No son centros, son mazmorras disfrazadas de ayuda. Lugares donde se amontonan jóvenes, hombres y mujeres con la esperanza —o la imposición— de dejar una adicción. Pero adentro hay castigos, violencia, hacinamiento, abuso sexual, y una dosis de impunidad tan grande que ya nadie se sorprende cuando alguno no sale vivo.

En Jalisco hemos normalizado los anexos del terror, esos sitios donde la línea entre el tratamiento y la tortura desapareció. Y el Estado, cómodo, mira hacia otro lado, feliz de que alguien más “se encargue” del problema. Es el sistema perfecto para lavarse las manos: “Ellos los tratan, nosotros no sabemos nada”.

Pero la raíz es más profunda. No hay anexo que aguante si no hay sociedad que consuma. Y lo estamos viendo: el consumo de drogas aumentó, en edad temprana, en zonas antes impensables, en todas las clases sociales. Negarlo es como tapar el sol con una coladera. Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque… hoy respiran humo, polvo y cristal.

El drama no está solo en la esquina donde un joven se pierde; está en la familia que prefiere “meterlo al anexo” antes que reconocer que necesita ayuda real. Está en las autoridades que reparten permisos a cualquiera.

Nos urge admitirlo: somos una ciudad adicta y negada. Adicta al silencio, a los parches, a creer que encerrar cura. No habrá rehabilitación posible si no hay política pública, atención médica, salud mental y prevención.

Mientras tanto, los anexos seguirán siendo eso: guaridas y guarderías del infierno, donde se amontonan los olvidados de un sistema que ya no quiere mirarse al espejo.

Y lo peor es que nos acostumbramos. A los muertos, al olor, al miedo. A los gritos detrás de una puerta cerrada.

Llevo más de 13 años reportando lo mismo y ahora la situación es peor. Los temas de tortura inenarrables de esos momentos ahora son muertes inexplicables.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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