Como tantas otras cosas en el México de nuestros días, los nuevos datos que se han dado a conocer sobre el estado de la pobreza se han convertido en combustible para encender la polarización política. Todos sabíamos que debido a la pandemia y la consiguiente crisis iba aumentar el número de personas en situación precaria. Al respecto, no hay país que se haya salvado. Lo que no está claro es cuánto de eso es imputable estrictamente al covid-19 y sus secuelas y cuánto al desempeño de cada uno de los gobiernos a cargo de paliar la crisis.
En México, el debate ha dado lugar a las más encendidas valoraciones sobre la gestión de López Obrador. Los datos que ahora han circulado tienen la suficiente ambigüedad para que cada una de las partes exhiba argumentos categóricos y definitivos a favor de su respectiva filia o fobia.
Aunque difieran las interpretaciones, las cifras están a la vista. A partir de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares levantada por el Inegi en el segundo semestre de 2020, el Coneval afirma que la cifra de personas con un ingreso inferior a la línea de pobreza extrema (canasta alimentaria básica) aumentó de 14 a 17.2 por ciento, es decir, 4.6 millones de personas adicionales comparado a 2018.
Por lo que respecta a la pobreza en su conjunto, Coneval afirma que aumentó de 49.9 a 52.8 por ciento. Es decir, 5.1 millones de mexicanos adicionales cuyo ingreso es inferior a la línea de pobreza.
Números terribles para una nación cuyas élites actúan como si estuviésemos en la antesala del primer mundo: resulta que la mayoría de los mexicanos vive hoy en la pobreza o en la extrema pobreza. Pero en 2018 ya estaba en esa situación la mitad de la población, sin pandemia o sin López Obrador que lo “justificase”. Y no deja de sorprender que esa cifra se acerque al porcentaje que apoya a López Obrador, para verlo en términos políticos o a la proporción que trabaja en el sector informal, para abordarlo en términos productivos. Un México sumergido que ahora resulta que es el mayoritario en nuestro país.
De allí mi insistencia en afirmar en este espacio que, contra lo que muchos piensan, no es López Obrador el problema del país, sino la pobreza e inconformidad en la que viven las mayorías y que terminó por alcanzar a los de arriba mientras seguían convencidos de que el suyo era el único México posible. AMLO sería la consecuencia, no la causa, del malestar que experimenta la mayoría de la población con un sistema que le ha sido adverso.
Dicho lo anterior, más allá de haber tenido el mérito de haber puesto el tema de la pobreza sobre la mesa (y tampoco es que tuviera mucha opción, considerando que ese fue el factor que lo llevó a Palacio), cabría preguntarse si el gobierno de la 4T ha sido benéfico o perjudicial para esa aspiración.
Habría que comparar estos resultados respecto a lo sucedido en países similares a México de acuerdo a las expectativas de organismos internacionales especializados. La Cepal había anticipado una cifra cercana a 10 millones de pobres adicionales en México, a la vista de la caída del empleo y de la economía en general. Por fortuna, no sucedió así. No existen aún suficientes reportes en otras naciones, similares al presentado aquí por Coneval, para saber si también tienen un resultado mejor que el de los peores escenarios. Pero es un hecho que las cosas pudieron haber sido bastante más catastróficas en términos de empobrecimiento.
Ahora bien, ¿cuánto de esto obedece a las políticas de transferencias de recursos del gobierno de la 4T y cuánto a la rápida recuperación de la economía de Estados Unidos y el aumento histórico de las remesas? Probablemente tienen méritos compartidos. Las remesas alcanzan un valor cercano a los 650 mil millones de pesos, mientras que los recursos públicos dispersados rondan los 300 mil millones anuales. Ambas partidas tienen como destinatarios a los sectores a los que la crisis golpea de la peor manera. Quizá eso explica que el coeficiente de Gini, que mide cuán desigual es el ingreso entre la población, descendió entre 2018 y 2020, es decir, se cerró un poco la brecha entre los más ricos y los más pobres. Más aún el decil 1, el 10 por ciento más pobre del país, aumentó su ingreso ligeramente (1.3 por ciento), mientras que el del más rico descendió 9.2 por ciento. Un argumento a favor de las políticas redistributivas de la 4T pese a todas sus insuficiencias y errores.
Nunca sabremos cómo habría actuado un gobierno priista o panista de cara a la pandemia y la crisis resultante. Seguramente se habría echado mano de empréstitos internacionales para financiar ingentes apoyos y recursos a empresas y a trabajadores. El problema consistiría en saber cuánto de esa derrama se quedaría en los contratistas acostumbrados a lucrar en las emergencias o en los líderes sindicales y en la burocracia, canales de transmisión y frecuentes apropiadores de esas transferencias. Ciertamente hoy tendríamos un sector público más endeudado. Por lo demás, es probable que buena parte de esa derrama se habría quedado en el sector formal e ignorado a la economía sumergida en donde laboran los más necesitados.
En suma, y pese a toda la propaganda en contra vertida esta semana, en el balance en materia de pobreza México no sale tan mal parado como se había temido, tenga o no algún mérito el gobierno de la 4T. Cosa distinta es el tema de la cobertura de salud, sobre el cual la misma encuesta del Inegi muestra resultados sumamente preocupantes. Todo indica que si bien lo realizado por las políticas obradoristas fue un paliativo para los más necesitados, el desempeño en materia de salud, junto con el de la inseguridad pública, habrán de convertirse en el gran talón de Aquiles en el balance histórico que merezca este gobierno. Pero ese es tema para otro texto.
@jorgezepedap