
Incluso quienes creemos que el país necesita un cambio de rumbo y que los gobiernos de la 4T lo están impulsando, tendríamos que asumir que toda sociedad se desempeña mejor con un mercado político en el que existen opciones. Lo mismo en la estantería de una tienda que en una cancha deportiva. La competencia obliga a intentar ser mejores. Aun desde la perspectiva de Morena, lo peor que puede pasar es que baje los brazos y se solace en la autocomplacencia simplemente porque tiene el triunfo asegurado.
El problema es que la oposición en México se ha desplomado de tal manera que está muy lejos de cumplir esa función. No solo por el desencanto que generaron los gobiernos de PRI y PAN en las últimas décadas, sino por la continua caída en credibilidad e imagen una vez que se convirtieron en oposición. Lejos de constituir un incentivo para transformarse, la derrota sacó lo peor de ambos partidos, con dirigencias mediocres y discursos trasnochados, sin propuesta alguna de cambio real, ajenos al reclamo de las mayorías.
Por eso es que ha llamado tanto la atención el relanzamiento que el PAN presentó este fin de semana. Rediseñaron el logo, decidieron cancelar la estrategia de alianzas electorales con el PRI, anunciaron que aceptarán candidaturas de ciudadanos y redefinieron sus banderas.
Sin embargo, el nuevo rostro blanquiazul fue recibido con escepticismo por la mayoría de los analistas. Incluso por algunos abiertamente críticos de los gobiernos de la 4T y, por lo mismo, más interesados en el surgimiento de una oposición competitiva. Jesús Silva Herzog señaló en su artículo de este lunes que en el llamado por parte de Jorge Romero, presidente del PAN, “no hay ninguna idea de futuro, ninguna propuesta de cambio… ninguna referencia a la desigualdad”. Pura furia restauradora en torno a los viejos lemas de la ultraderecha “Dios, patria y familia” (reconvertido en patria, familia, libertad). En suma, un camino a la radicalización reaccionaria.
En términos aún más críticos, Denise Dresser describe el desplome del PAN en tanto oferta política y señala que lejos de un relanzamiento, lo que presentaron este sábado es un rehundimiento. El país cambió y aún no se han dado cuenta, afirma. “Desde 2018 hubo un realineamiento electoral… México viró a la izquierda. Viró hacia preocupaciones sociales que el PAN nunca supo entender. Porque el PAN todavía respira elitismo, clasismo, misoginia, discriminación… Lo que Acción Nacional necesita no es un nuevo logotipo. Es una nueva columna vertebral”.
Por su parte, Roberto Zamarripa se extraña de que el PAN haya decidido arrinconarse “en lo ideológico (patria, familia, libertad) y no se meta a la batalla de lo político: el ensanchamiento de la democracia y la lucha por lo social… Al PAN de ahora le seducen las experiencias neuróticas de otras latitudes, del extremismo y el fascismo”.
En suma, la sensación que cruza todos estos comentarios es que los cambios que anuncia el PAN no mejoran su competitividad de cara a las urnas, en sentido contrario a las preocupaciones de las mayorías. Opta por una radicalización a la derecha y una mirada al peor pasado, que ni siquiera abreva en el fondo humanista del que se nutrieron Carlos Castillo Peraza y antes su fundador Manuel Gómez Morín.
Irónicamente, Viri Ríos, analista política claramente empática con las banderas de la 4T (que no incondicional), sostiene lo contrario. Si entre los citados arriba el anuncio del PAN provoca decepción, entre los morenistas “el relanzamiento ha generado burlas y desdén. Ven al PAN como un partido incapaz de reinventarse. En mi opinión se equivocan… los cambios… podrían dar vida a un nuevo talento que, con las alianzas adecuadas, vuelvan a hacer del PAN un partido competitivo a nivel local”.
Una afirmación interesante y algo temeraria por parte de Viri. Basa su argumentación en el análisis de los resultados que tuvo el PAN en su alianza con el PRI. Y, en efecto, categóricamente muestran que se trata de un vínculo que lo perjudicó. Sin embargo, de lo primero no necesariamente debe concluirse lo segundo: evitar las alianzas con el PRI no convierten al PAN en una fuerza política exitosa. Todo indicaría que su desplome obedece a varios factores autorreforzantes. Uno de ellos su amasiato con el PRI, y en ese sentido el divorcio anunciado terminará ayudándole. Pero, del otro lado, en el relanzamiento panista se están acentuando los factores que provocaron la caída del partido. Es decir, hay cambios que podrían beneficiarle, pero al mismo tiempo otros que habrán de perjudicar su competitividad en las urnas, al darle la espalda al deseo de cambio de las mayorías empobrecidas.
Aunque Viri solo lo menciona, podría ser más provechoso para
el PAN otro de los cambios anunciados. La posibilidad de acudir a candidatos carismáticos o populares de la sociedad, aunque ajenos al partido. Morena ya lo hizo en sitios en los que carecía de cuadros y/o no estaba en condiciones de competir en ese momento. Morelos, con el futbolista Cuauhtémoc Blanco, es un caso que muestra, dicho sea de paso, que es un recurso que funciona en lo inmediato, aunque luego pueda resultar contraproducente. Una fórmula que le permitirá al PAN obtener triunfos puntuales, sin duda, pero difícilmente convertirse en una fuerza nacional capaz de disputar la Presidencia o el Congreso. A la larga terminaría desdibujando el único patrimonio que posee el PAN entre su cada vez menor cantidad de militantes: un sentido de identidad política e ideológica.
El tema fundamental, más allá de las tácticas electorales que, como bien señala Viri, pueden tener éxito parcial o puntual, es el “achicamiento” ideológico al que está apostando el PAN. Al derechizarse se hará más atractivo para un núcleo duro, profundamente desafecto de la 4T. Pero de alguna manera equivale a predicar a los conversos. Se dirá que en algunos países como Ecuador, Argentina y Bolivia los candidatos de derecha han conseguido desplazar a gobiernos de izquierda recientemente. Pero da la impresión de que a diferencia de esos países, Morena aún está en ascenso y ha sabido responder mejor a las expectativas de su base social. Por esa vía el PAN necesitará que la 4T provoque un enorme desencanto en las condiciones de vida de las mayorías o un miedo generalizado por la inseguridad. Justo la agenda en la que trabaja la presidenta Claudia Sheinbaum.