A veces, entre tanto humo que desprenden las ruinas que ve, Gil se divierte. Una nota de la redacción de su periódico El Financiero informó que “durante una sesión en el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación las personas encargadas del sonido de la sala se equivocaron y, en vez de poner el Himno Nacional, pusieron una canción de salsa de Marc Anthony”. Mejor, imposible. Cinco segundos de un pequeño equívoco sin importancia. Gamés iría más lejos y dejaría el ritmo y la voz de Marc en lugar del Himno Nacional. Lo peor que podría pasar es que los ministros y las ministras se pusieran a bailar después de discutir algún asunto de interés para la nación. Hugo y Lenia: pasito tun-tun, ¡vengaaa, abajo, se baila merengue! De Yasmín se dice que recuerda mucho a Celia Cruz cuando baila, ¡azúuucar!
Así se usa ahora, se baila y se canta en los recintos de la República: en Campeche, la hermana de la gobernadora, Gil se pone de pie, Layda Sandores, directora del DIF apareció micrófono en mano con un coro que te caes de espaldas y entonó como si fuera Yuri que su informe se daba cantando, así lo hizo Laura Sansores. De verdad, Gamés no sabe mentir. Todo esto para no insistir en la genial idea de Sergio Mayer de llevar a la Sonora Santanera a la Cámara de Diputados para festejar el 70 aniversario de esos ídolos de la cultura popular, “¡es la boaaa!”.
Decíamos
Regresemos. Durante el informe de labores 2024-2025 del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en el que la magistrada Mónica Soto terminaba de participar por última vez en una actividad de este tipo, ocurrió lo inaudito. Con la presencia del ministro presidente de la Suprema Corte, Hugo Aguilar Ortiz, así como de Ernestina Godoy, consejera jurídica en el gabinete de la presidenta Sheinbaum, se deslizó el pequeño error.
Una vez que concluyó el informe de Mónica Soto, pidieron al pleno ponerse de pie para interpretar el Himno Nacional. Y de pronto suena la voz de Marc: “¿Qué precio tiene el cielo?”.
Durante cinco segundos de incomodidad, decía Gilga, se oyó la voz del cantante neoyorquino y de inmediato se cambió la pista al Himno Nacional. Dicen quienes lo vieron que Hugo Aguilar Ortiz no reaccionó de inmediato ante la música. Ni que fuera tan fácil distinguir las letras de Marc con las de Bocanegra, que en su momento fue un gran cantante; le ayudaba, por cierto, un arreglista que se apellidaba Nunó.
La milpa de Taibo
Le llueve a Taibo en su milpa. Según Infobae y Jacqueline Viedma, luego de que en la conferencia matutina del pasado 23 de octubre, el director de las ruinas del Fondo de Cultura Económica dijera que hay textos asquerosos escritos por mujeres, un grupo de escritoras, poetas, artistas y colectivas feministas han difundido la convocatoria donde invitan a acudir a la sede del FCE a un mitin de protesta.
En el cartel digital, las mujeres buscan que las asistentes lleven su poema doblado y han colocado el hashtag “Poemas Horribles Para Taibo II”. Ya ve lo que pasa, Taibón, a veces hay que cerrar el pico. La soberbia, veneno puro. Ahora mal sin bien, en otro gobierno, Taibo ya hubiera renunciado, pero en este, no. Venga, Taibo nada de achicarse, traiga algo de su florido lenguaje. ¿Nada?
Y por cierto
Gil no da crédito y cobranza. En su periódico El Universal, en una nota de Enrique Gómez, Gamés encontró esta revelación: ¿se acuerdan de la megafarmacia? Sí, la farmacia más grande del mundo que prometió el ex presidente Liópez. Como todos sabían, nunca logró terminar con el desabasto. El 19 de enero de 2024, solo 22 días después de su inauguración, había recibido 12 mil 541 llamadas de gente desesperada solicitando medicamentos ante el desabasto nacional, pero solo surtió a 67 personas.
Para principios de mayo de ese año, su número de recetas surtidas subió a 341 en cuatro meses de operación, lo que representó que surtía apenas 2.7 prescripciones diarias en promedio. Y hasta julio de 2024, la megafarmacia surtió sólo mil 155 recetas a nivel nacional, es decir, seis diarias en promedio. No mentir, no robar, no traicionar, gran apotegma. Es que de veras.
Todo es muy raro, caracho, como diría la única, la internacional, la Sonora Santanera: “Que se cuiden todos, ¡ey! / Que ahí
viene el mudo / Esos rebeldones, ¡ey! /
Ahí viene el mudo”.
Gil s’en va