Cultura

Entre sólo y solo

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La prisa de las pantallitas ha herido el uso de los acentos o su razón de ser e incluso la Real Academia de la Lengua ha optado por obviar la tilde que tanto sentido le confería a ciertas palabras. En la luminosa literatura que apuntala el sendero de la sobriedad para los Alcohólicos Anónimos, la tilde nos ayuda a distinguir o diferenciar entre sólo como sinónimo de solamente y solo como condición de soledad. Las veinticuatro horas que nos proponemos sobrevivir sin beber alcohol se fincan en un axioma que nos convence –en ocho momentos cada tres horas a lo largo del día– de que Sólo por hoy… no bebo o beberé hasta cumplir las horas de una jornada y, al amanecer, repetir como mantra el propósito no de la fuerza de voluntad, sino la buena voluntad de dejar de ser quién se es ebrio e intentar alzarnos al ser que realmente merecemos ser.

Sin el acento, el enfermo alcohólico corre al filo del filosófico abismo de creer profesar algo que se entiende como Por hoy, estoy solo… sabiendo que gracias a los doce pasos y a la anónima cofradía mundial de arcángeles semejantes nunca estamos solos. Otra cosa es ponderar y sobrevivir cada veinticuatro horas debatiendo consigo mismo los beneficios y cornadas de realmente saberse solo en este mundo, a pesar de sentirse más o menos acompañado, pero esa dicotomía nos lleva al enredo de sopesar si nuestros muertos realmente se quedan vivos en el recuerdo o si las mil y una noches se materializan palpables más allá de los párrafos del libro.

Con todo, para los que aprendimos español como segunda lengua, el acento entre sólo y solo apuntalaba la serena convicción de un compromiso que se aligeraba con una temporalidad llevadera que se desdobla como milagro en quien la asume de veras: solamente por hoy no beberé alcohol (y por ende, no representaré la peor versión de mí mismo y de los daños que soy capaz de provocarme o a los demás). Dicho lo anterior: hoy cumplo veinte años sobrio, sólo por hoy que es el ayer acumulado y el mañana donde pienso seguir andando –paso a paso– fiel al que veo en el espejo y con la inmensa gratitud de quienes me acompañan alrededor. Yo solito —entre tantos afectos— sin beber, sólo de solamente por hoy… que suma dos décadas y compromete las por venir.

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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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