Cultura

Diandante

Diandante
Diandante

Podría llamarse diandante quien camina en jornadas de 24 horas, divididas en ocho tramos cada tres horas, de serenidad y sobriedad para mantener en continua remisión esa enfermedad llamada alcoholismo, o bien toda nociva dependencia que echa raíz de autodestrucción o suicidio por goteo. Diandante quien asume como un callado triunfo –íntimo y cíclico— la derrota ante eso que se volvió más que vicio o flaqueza de voluntad y diandante quien prefiere el silencio ante la diatriba y denostación, el que traza la tenue raya que ubica perfectamente a la realidad de los simulacros simulados y diandante el que tiende la mano cada 24 horas como alivio al naufragio.

Se me concedió hace más de dos décadas caer en una espiral que parecía insalvable y estando por perder a mis hijos, hoy nos hemos abrazado los tres en una renovada etimología de la palabra juntos, diandantes en seis cuerdas o jaranas de espuma de mar; diandantes en prosa y verso que así pasen cien años de soledad, hemos de levitar ese siglo en mutua compañía y renovar cada amanecer el profundo voto de convicción y sosiego, de infinita gratitud por la prosa impredecible con la que se escribe cada día como página, de párrafo en párrafo y palabra por palabra.

En el infinito bosque de todos los libros del mundo se van hilando las encuadernaciones impalpables de uno y el mismo volumen que se va ensanchando a cada madrugada con todas las novelas o cuentos, todas las historias sueltas y anécdotas al filo del olvido con las que vamos redactando el gran libro de vida que nos ayuda a vivir… lejos del espejismo nocivo de todo engaño etílico, toda mentira y simulación con la que se empañaba antes el espejo.

Si estas líneas sirven para aliviar el dolor del enfermo activo, la obnubilación por engañosas burbujas o la desolación aparentemente insalvable, se habrá cumplido el propósito dilatado del milagro que se concedió hace poco más de dos décadas: amanecer hoy mismo como ayer sin el letargo de la resaca culposa o la cruda desolación depresiva; amanecer hoy mismo, trastocando las formas del tiempo donde no ha pasado ni un solo instante desde el primer momento en que vimos una sonrisa por primera vez en el mundo o el enigma sinfónico de una mirada que parece brillar entre gotas de mar salada de alba o penumbra… sólo por hoy.


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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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