Después del largo pontificado del Papa Pío XII, al morir, los Cardenales de la Iglesia Romana eligieron para sucederlo a Ángel Roncalli, un cardenal que nunca olvidó su extracción de campesino.
En la conciencia de opinión pública se anidó la convicción de que lo elegían porque era un hombre que pronto moriría, por su avanzada edad.
Un Papa de transición y el que comenzó a gobernar con el nombre de Juan XXIII, de inmediato dijo “seré un Papa de Transición.
Y sí que fue un Papa de Transición pero con un sentido que cargó de nuevos contenidos la historia religiosa y civil.
Pronto abrió nuevas fronteras para la Iglesia, a quienes entonces se llamaban protestantes, se les comenzó a llamar “hermanos separados”, abrió puertas amplias al trato con autoridades civiles.
Con los Estados con los que el Estado Vaticano no tenía relaciones diplomáticas, buscó la manera de entablar comunicaciones amistosas.
El principio diplomático fue: buscar lo que nos une no indagar lo que nos separa. Bonachón, de buen humor, bromeaba a flor de piel.
Ágil de mente, tenía muy encajada en su vida la idea de que la historia es la maestra de la vida. Era la historia pasión de su vida.
Con una confianza inmensa de que Dios actúa en los acontecimientos, habló de la necesidad de “escrutar a fondo los signos de los tiempos”, como deber ineludible de todo creyente.
En esta afirmación metió a la Iglesia Universal, unos que les agradaba la afirmación y otros que le quitaban valor porque no estaba tan claro en la Biblia.
Pero hoy en día, en la Teología Católica, hablar de loa “signos de los tiempos” como lo entendió Juan XXIII es adentrarse en una selva teológica tan densa como la del río Amazonas.
Juan XXIII, un Papa de muchos años, por su sabiduría parecía que los años no eran para su vida. Insinuó que toda la Iglesia se fijara en los cambios.
Con la línea doctrinal de Signos de los tiempos, pareció que con tiempo nos decía que los cambios eran muchos, rápidos, profundos y acelerados y no cabe duda que eso que es tan evidente, a muchos nos trae patas para abajo, porque vivimos en cambio y no queremos cambiar sobre todo la mente y la conciencia hacia nuevos modos sanos de vivir que nos pueden llevar a una vida más justa.
El actual país más poderoso del mundo, Estados Unidos, es el paradigma de la mentira, con agencias para contar noticias falsas.
¡Como la ve!