Nos es difícil comprender cómo puede un joven deportista, aparentemente sano, morir.
Los casos de muerte súbita en deportistas de alto rendimiento, principalmente los jóvenes, se deben a que desconocían que eran portadores asintomáticos de enfermedades cardiovasculares potencialmente letales, a pesar de las constantes evaluaciones médicas a las que se someten.
La patología cardiovascular, al igual que en la población no deportista, es la causa más frecuente de muerte súbita.
Su explicación podrían ser los cambios hemodinámicos y electrofisiológicos que se producen durante el ejercicio, los cuales pueden ser distintos según el tipo de ejercicio.
Durante el ejercicio físico se incrementa la liberación de sustancias que elevan la tensión arterial, la frecuencia cardiaca y la actividad contráctil del corazón, con el consiguiente incremento en el consumo de oxígeno por el músculo cardiaco. Por otra parte, la estimulación del sistema nervioso vegetativo puede, por sí mismo, favorecer la aparición de arritmias o agravar una situación de isquemia miocárdica subyacente.
Las patologías responsables del fallecimiento guardan también relación con la edad. En los deportistas jóvenes las causas son generalmente malformaciones congénitas y casi nunca de origen isquémico, el infarto.
En las series norteamericanas las principales causas de fallecimiento en este grupo de edad son la hipertrofia del corazón y las anomalías congénitas de las arterias coronarias. Quizás esto sea favorecido, en lo general, por un estilo de vida poco saludable; estrés y sedentarismo asociados a una dieta basada en productos altamente procesados.
En contraste, las estadísticas del continente europeo muestran que las alteraciones del ritmo cardiaco son las patologías más frecuentes.
Otras causas mucho más raras de muerte súbita en el deportista joven son las malformaciones vasculares cerebrales, el asma bronquial y el paro cardiaco por contusión. Aunque es poco frecuente, este acontecimiento merece una mención especial porque se asocia con muerte súbita en los niños y en los deportistas muy jóvenes, por debajo de los 20 años.
La muerte se produce por un impacto directo no penetrante en el tórax sobre la región cardiaca, con un objeto contundente que actúa a modo de proyectil, pelotazo o golpe directo al chocar contra otro jugador, en personas susceptibles y en un momento concreto del ciclo cardiaco.
La prevención de la muerte súbita asociada con el deporte debe asentarse en tres pilares fundamentales: la evaluación cardiológica previa a la participación deportiva, el contar con protocolos de atención y equipo necesario para una resucitación cardiopulmonar y desfibrilación.
En conclusión, aunque la actividad física es beneficiosa para la salud, supone un aumento del riesgo de muerte súbita, acude al médico al menos una vez al año.
Más vale prevenir.
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