En 1904, el novelista italiano, dramaturgo y Premio Nobel en 1934, Luigi Pirandello, nos plantea en su novela “El difunto Matías Pascal” la situación de una persona que decide darse por muerto y crea una nueva identidad. La cual, en su momento, también dará por muerta. Estamos ante dos personalidades, dos difuntos, y un solo individuo.
El género literario de la obra es una tragicomedia, aquí se mezclan elementos trágicos y cómicos que el personaje principal tendrá que pasar para llegar a un fin. Si los obstáculos son positivos el final será negativo y si los obstáculos son negativos su final será feliz.
La novela inicia con Matías Pascal narrando su vida, nos dice que nació dentro de una familia adinerada. Riqueza dejada por su padre que falleció cuando él y su hermano Roberto eran niños. La fortuna quedó en manos de un administrador corrupto que en los años se apropió de todo, ya que su madre nunca entendió de negocios. Ellos crecieron como zánganos hasta que se quedaron sin nada. Roberto se casó antes de la debacle y vive sin problemas.
Pascal igual casado, con un sueldo miserable de bibliotecario, vive en la pobreza en casa de su aterradora suegra, que no deja de insultarlo y reclamarle por haberla engañado, le grita que ella sin saber entregó a su hija a un pobre diablo.
Con su mujer tiene dos hijas, una fallece a los días de nacida y la otra muere al año, el mismo día que su madre, quien vivía arrimada con su tía. Las entierra y adolorido corre por sus anteriores propiedades, el que fuera su capataz lo consuela, pensando que podía hacerse daño.
De regreso repasa que nada lo detiene ya en esa casa y con el dinero que su hermano envió para el entierro, decide fugarse. Llega a Montecarlo. Ahí gana en doce días una fortuna, ochenta y dos mil liras.
Ya rico, decide volver y encarar a la suegra, pero antes de llegar a su pueblo lee en un diario que está muerto, se ha suicidado, lo ha avalado el capataz y reconocido su mujer y la suegra. Temblaba de emoción: “Sí, mi liberación, la libertad, una vida nueva. Sin deudas, sin mujer, ni suegra”. Estaba muerto. Libre, libre, ¿qué más quería?.
Estamos ante su primera muerte. Matías Pascal dejó de existir.
Se crea una nueva vida: Adriano Meis, de padre italiano, nacido en Argentina, criado por su abuelo. Se corta la barba, se deja largo el cabello, Una dificultad, un ojo que se le iba de lado, unos lentes lo remedian. Parecía un bohemio.
Viaja por toda Europa. Es feliz. Se instala en Roma. Aquí se da cuenta que es un clandestino, ilegal (como la sabia canción de Manú Chao) no tiene personalidad física: “Del latín persona, careta que se usaba en el teatro griego para que los oyeran, personare, hacerse oír.” No tiene nombre por acta de nacimiento, nacionalidad, domicilio, ni estado civil. Tampoco tienen personalidad jurídica: “Por la cual una persona, asociación o empresa, puede contraer derechos u obligaciones.” Enorme problema, no puede trabajar ni pagar impuestos.
No le preocupa, renta un lugar con una familia, se enamora, se opera el ojo para verse guapo. Todo va bien. Pero ahí le roban 12 mil liras, no puede denunciar porque le pedirán papeles, se enoja, analiza su vida. En otro momento, un tipo le ofende y quiere batirse, no puede sin padrinos. Irritado, trama un suicidio. Deja su ropa en un río. Lo dan por muerto.
Segunda muerte, ha fallecido Adriano Meis.
Muerto Adriano, decide ser de nuevo Matías Pascal. Regresa a su pueblo. Ve que su esposa se ha casado y tiene una niña. La ley dice que si aparece la persona del primer matrimonio se anula el segundo. Qué caos arma con su regreso. Los esposos y la suegra enfurecen. Después de fastidiarlos concluye que los dejará en paz. Él no queda feliz. La novela termina cuando va a la tumba de su “no muerto” a dejar flores.
Por eso, si decides crearte una nueva vida, piénsalo bien. No es fácil, tendrías que hacerte de varios documentos de dudosa procedencia y tejer una red de mentiras para que te acrediten como un ser social.
Hugo G. Freire