Política

Mentira y democracia

Se ha pasado del azoro a la indignación impotente al ver como las mentiras se han naturalizado en la vida pública de nuestro país. Las mentiras no solo se toleran, sino que son admitidas sin más por amplios sectores de la población. A pesar de que se han documentado más de 60 mil mentiras en las conferencias matutinas del presidente no se registra un significativo reproche social ni reducción de su popularidad.

Esta no es una situación exclusiva de México. En todo el mundo las instituciones democráticas y del Estado de derecho, sustentadas en un conjunto de reglas que deben respetarse para generar una deliberación abierta entre discursos racionales, están siendo desafiadas por la era de la digitalización y de polarización ideológica.

Destaco tres componentes interrelacionados de este desafío para la vida democrática: la construcción de realidades alternativas por parte del discurso gubernamental; la creciente polarización social; y el ataque sistemático a los ámbitos de autonomía y neutralidad.

No estamos ante mentiras tradicionales que niegan la verdad, estamos ante la descarada indiferencia a la realidad, los “otros datos”, la construcción de una realidad alternativa.

Los nazis referían que una mentira repetida cien veces acababa por ser verdad y Hitler decía que “las mentiras solo pueden tener éxito si son enormes”. La construcción ideológica de la realidad ha sido exitosa en muchos países porque simplifica una realidad compleja. En el debate entre Linconl y Douglas, cada orador tuvo una primera intervención de ¡tres horas! Hoy lo que rige es la superficialidad, la ocurrencia, el meme, el tweet. La digitalización ha despersonalizado el diálogo social y lo ha dejado vulnerable a las noticias falsas, los bots, y a los alogoritmos polarizadores y que elaboran propaganda focalizada.

Es polarizador porque esa simplificación divide fácilmente: buenos y malos, liberales y conservadores, amigos y enemigos. La realidad alternativa ideológicamente construida, por su contenido airado y polarizante acaba por ser parte de la identidad de los adeptos.

Por eso los cuestionamientos a sus “verdades” encuentran oidos sordos, porque el discurso ideológico no es para debatir o convencer, es para pontificar. Además, la ideología se disfraza de verdad: entre los totalitarios siempre el “no mentir” es uno de sus mandamientos.

Esta polarización hace que se persiga la autonomía y la independencia y se premie la incondicionalidad (“90% lealtad y 10% capacidad”). En los gobiernos totalitarios abundan los ataques violentos, verbales y físicos contra los técnicos (se despidió a los técnicos que recomendaban seguir con la construcción del aeropuerto internacional de la cdmx), contra los diplomáticos de carrera y contra las autoridades judiciales independeintes, porque “en un mundo polarizado no puede haber neutralidad porque tampoco puede haber instituciones apolíticas o no partidistas” (Applebaum). Para sobrevivir, las democracias necesitarán reforzar sus instituciones autónomas y las reservas éticas de la sociedad contra la polarización y la mentira, o quedaremos reducidos a la dictadura de las mayorías ideológicas.

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Guillermo Zepeda
  • Guillermo Zepeda
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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